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Del Sarcasmo

Las múltiples interpretaciones

Nota publicada el 11 de noviembre de 2017
por Manuel Sánchez

Una de las tantas bellezas del lenguaje es la posibilidad del uso retórico en nuestras declaraciones. Yo puedo decir “estas bien perro” y, muchos podrán secundarme, no estaré haciendo referencia a que este sujeto es realmente un can con cuatro patitas y un hocico. El contenido de esa expresión forma parte de un mecanismo llamado metáfora, que me permite extraer un elemento del objeto al cual hago referencia —en este caso la ferocidad del perro— y aplicarlo a otro objeto, con la pretensión de que una cosa tenga propiedades de la otra.

Otros lenguajes, como el gráfico, también pueden usar las metáforas para significar. Esta y otras figuras retóricas son ampliamente usadas en expresiones visuales, como en el ejemplo que incluyo abajo. Sin embargo, hay una forma que es difícil usar con otros lenguajes, ya que de origen es complicada. Esa figura es el sarcasmo.

Esta forma retórica es definida como un tipo de ironía que raya en la amargura. Es hiriente, cruel y provocativa, y sumamente velada. El entendimiento pleno de ella necesita de muchos recursos del contexto, y del ingenio a quien se le dirige —y, ¿por qué no? de su malicia. Por ahí sostienen, con nulas pruebas, de que Oscar Wilde declaraba que el sarcasmo era la forma más baja de humor, pero la máxima expresión de ingenio — ¿cómo saber si esto no es irónico o sarcástico?—.

Su etimología se remite al griego “sarkázein” que significa “morder los labios”, acto único y final de quien es víctima del sarcástico. Porque finalmente ¿cómo se contesta a un sarcasmo?

Para entender mejor esa escurridiza figura, veamos primero su versión ligera: la ironía. Puedo, por ejemplo, tener enfrente a mi jefe y decirle “buenas tardes, gran jefe” o, también puedo ir por alguna de las calles con baches en el puerto y decir en voz alta “que bueno que no hay baches”. O puedo ver un Pollock y decir “creo que le hacen falta más manchas”. Por la exageración, significo lo contrario. En ninguna de estas frases hay un golpe a la inteligencia del otro. Tal vez de su condición, pero el resultado de la oración no podría ser sustituido por la frase “eres un estúpido”. El sarcasmo tiene esa peculiaridad.

Pero, ¿qué tal una acción? ¿se puede ser irónico con ellas? Esta vez probemos con que, al llegar mi jefe, me inclino pomposamente y le ofrezco la silla del escritorio.

El ejemplo tiene varias respuestas. Una de las primeras posibilidades es que mi jefe piense: “este quiere algo de mí”. Otra posibilidad es que realmente lea la ironía y lo eleve, con justa razón, a sarcasmo, por lo que se ofenderá, a pesar de que el acto pueda llegar a ser genuino. Me objetaran: ¿pero en qué contexto un acto tan exagerado puede ser considerado genuino?

Bueno, eso depende de la cultura. Podría ser que me han educado para que esa sea la manera de recibir a los jefes, por lo que un acto que me es común resulta anormal, y es interpretado de manera sarcástica. Sin duda, saber ese detalle de mi historia ayudaría a leer el acto. Un tercero en la oficina podría soltarse riendo, aunque mi gesto monárquico haya sido genuino.

No por nada existen los protocolos ceremoniales, y más en relaciones políticas —dígase, de poder. Entre otras cosas, los protocolos evitan las fugas de interpretación en las acciones de aquellos que forman parte de una ceremonia. Me hubiera gustado que me avisaran que en México, al jefe no se le recibe con una reverencia. De otra manera se puede interpretar de manera sarcástica: irónica y provocativa.

Otro ejemplo de ironía es el contextualizar el pasado con el presente, en el juego de que un receptor tiene conocimiento de la contradicción, aunque el objeto de la ironía puede no estar consciente ya que es un ente inanimado o inexistente. Por ejemplo, si digo que “la ventaja de vivir en nuestra época es que no hay calentamiento global” o que “todo sería mejor si hubiera ganado Miguel Carpinteiro”.

El problema con la identificación del sarcasmo, contra la ironía, es que depende íntegramente del contexto y de lo hiriente hacia alguien. En el lenguaje hablado, es el tono y el contenido lo que nos puede indicar si en efecto, la persona está siendo sarcástica o realmente tiene motivos reales su locución. Hay estudios fonológicos que ayudan a este cometido. Resulta difícil identificar el sarcasmo, por ejemplo, al mostrar mi dibujo hecho con bolitas y palitos y reciba como respuesta un alegre: “mira nomas, pero si eres un artista”; o me dicen lo mismo pero con un tono peculiar, o incluso si lo dice de manera plana y seca.

Pero el sarcasmo también puede ser expresado con hechos. Situaciones que pueden ser resumidas en oraciones y que, por el contexto, se abre enormemente la brecha de interpretación, lo que le da cabida al sarcasmo. Y de la misma manera que el ejemplo del jefe, la sola acción de dar el asiento de manera muy elegante y solemne vuelve esa acción irónica —porque significa otra cosa— pero tiene también la posible lectura de una ofensa hacia el jefe —ya que, eres todo menos realeza.

Sin duda, un ejemplo fuerte del uso del sarcasmo es la famosa serie televisiva Dr. House. No mencionarlo sería pecado (sin sarcasmo). Y a propósito de este último uso, se cuela mucho en las redes sociales comentarios que rayan en lo ingenuo, y es necesario incluirle ese enunciado. Poner entre paréntesis, si es sarcasmo o si no lo es. La ausencia de tono dificulta desastrosamente la lectura.

El bufón no sólo tiene capacidad de gritarle al rey que está desnudo, pero de alabar su inteligencia y sabiduría El sarcasmo vuelve feliz a los terceros, lamentablemente a costa de la humillación de quien es víctima del él. Por ello es cruel. Pero hay veces, en que, más allá de la intención del emisor, todo el escenario se dispone de una manera casi divina para ofrecer la lectura sarcástica, y arrancarle a los espectadores una sonrisa. Por ejemplo, no solo hago honores a mi jefe, sino que le ofrezco un libro, oscureciendo la sentencia “no has leído nada”; o, podría regalarle al presidente uno de los tres libros que con dificultad ha leído y afirmarle que “ha hecho mucho por la nación”. Ninguna lectura real, sólo posibilidades por el contexto.

Una figura literaria usada en una expresión visual.


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