"Era el 4 de marzo de 1978, la lluvia no había parado de caer durante cuatro días, ni en la ciudad ni en el campo. Se habían desbordado ya varios arroyos y conforme pasaban las horas la crisis y el riesgo aumentaban. Aún no anochecía".
Los recuerdos son de uno de los hombres que encabezaron el rescate y las decisiones que se tomaron durante estos cuatro días. Luis González Ruiz, el entonces presidente municipal de Ensenada, quien habla de uno de las mayores amenazas que enfrentó la ciudad y que 36 años después sigue latente. El desbordamiento de la Presa Emilio López Zamora.
Entrevistado por Ensenada Net, González Ruiz, alcalde de Ensenada de 1977 a 1980, recuerda esas lluvias históricas en una ciudad donde ya la migración iba en crecimiento, pero aun no superaba los 200 mil habitantes.
La ciudad, explica, no estaba preparada ni remotamente para soportar una lluvia como la que estaba cayendo. Ensenada no tenía pluviales, muchos arroyos habían sido rellenados con material para construir sobre ellos y por si fuera poco, igual que ahora, cientos de familias habían invadido los cauces para construir sus casas.
Nadie imaginaba ese 4 de marzo, que la naturaleza recobraría los cauces dentro de los cuales el hombre había construido o que la basura acumulada por la población en las cañadas les pasaría la factura, en algunos casos llevándose su patrimonio, en otros quitándoles la vida.
“Yo creo que era un fenómeno que para todos, incluso la población vieja del municipio, era muy fuerte... no les había tocado algo parecido”
“Lo primero que enfrentamos al ver la magnitud de la lluvias y los pronósticos, fue concientizar a la gente, muchos entendieron y hubo mucho apoyo, pero otros no creyeron”.
Desde el primero de marzo había empezado a llover y no paraba, solamente a ratos y luego seguía lloviendo.
Así, en marzo de 1978, nació Protección Civil de Ensenada, el Cuerpo de Rescate, un Club Aéreo y la solidaridad de ejército en la II Zona Militar que tenía base entonces en Ensenada y con quien había muy buena relación, igual que con la Marina.
El jefe de obras públicas era un militar, el ingeniero Ricalde Lugo, a quien sus amigos del Ciprés le dieron mucha ayuda, además del gobierno Federal y el Estado que también ayudaron.
Esos días, recuerda González Ruiz, lo más duro fue cuando se vino la inundación en la Munguía.
“Aguas arriba el arroyo nunca estuvo despejado. Había muchos corrales de engorda y mas arriba había mucho desguase de carros que invadían el cauce del arroyo el Aguajito”.
Y luego lo que pasó es que llovió mucho en los cerros que rodeaban el Aguajito, un arroyo que se integra desde Ojos Negros y que baja con fuerza por las cañadas de los valles altos rumbo a Ensenada a una gran velocidad.
A las orillas del Aguajito, aguas arriba, la gente había construido represos que se reventaron con la lluvia, primero uno y luego otro y otro. Cuando la crecida llegó a la colonia Munguía ya era un monstruo.
No le dio oportunidad a la gente que lo invadía para salirse, se llevó todo a su paso: casas, carros, gente. Tuvimos como siete muertos ese día y algunos se los llevaron las aguas en sus carros por tratar de cruzar otros arroyos.
En el caso del Aguajito, no estaba bien delimitado y estaba muy poblado.
"Además del agua que se trajo el arroyo, este dejó mucho lodo en la Iglesia del Santuario, en toda la Espinoza y la Floresta se desbordó el Arroyo Ensenada y se llenaron casas y negocios de agua y lodo, muy alto y ahí nacieron también “Los Madrugadores”, que se encargaban de sacar el lodo... coordinaron la actividad, tuvieron mucha participación y ahí nacieron como grupo por un acto de solidaridad con el pueblo".
La Presa
Cuando aun no se reponían del desastre de la Munguía, de la crecida del Arroyo Guadalupe que se había llevado el poblado completo también hasta la Iglesia, les llegó una nueva alerta.
Desde México recibieron una llamada en la Alcaldía, que les advertía que iban a llover siete pulgadas más y se tomaran todas las precauciones.
La presa Emilio López Zamora, una estructura construida para detener las avenidas de los arroyos, no para almacenar, estaba ya a toda su capacidad: 3 millones de metros cúbicos.
El vertedor de la presa estaba también a todo lo que daba, 30 metros cúbicos por segundo que es lo que puede aforar y que caían directamente en el Arroyo Ensenada.
“Le hablamos a Recursos hidráulicos, (Hoy SAGARPA y CONAGUA) al ejército y la marina, y amanecieron todos ahí en la Presidencia para decidir que hacer”. Ya era 5 de marzo.
“Estaba el plan DN III funcionando, y me dijo el General: el problema que puede ocurrir, que el agua que llega a la Presa suba mas y por toda la corona se derrame el vaso y no se encauce, y eso puede causar mucho daño”.
Se elaboró un mapa en el que marcaron las zonas que podían dañarse si se desbordaba el agua desde la corona de la presa y se revisó que podía hacerse para evitarlo, se aceptaban en esta reunión sugerencias y propuestas de los especialistas.
Ellos propusieron entonces subir un metro la corona con sacos de arena, no había tiempo para nada más y eso es lo que se pusieron a hacer todos, a conseguir sacos los que se pudieran para rellenar.
Se sumaron personal de obras públicas, de policía, de voluntarios para que se pudiera levantar una valla de sacos para que en caso de que el agua subiera más, esta se pudiera salir sobre el vertedor que estaba aventando ya 30 metros cúbicos por segundo, con la esperanza de que si saltaba por encima de la presa cayera al arroyo.
No ocurrió. El vertedor a su máxima capacidad logró sacar el agua excedente, pero el riesgo estuvo ahí y se mantiene.
Es una experiencia que tuvo la ciudad, dice Luis González Ruiz, que se documentó en su momento y a pesar de ella, quien sabe porque, años más tarde, las mismas autoridades municipales autorizaron construcciones bajo el vaso de la Presa, pese a que la historia se repitió en 1980.
El riesgo pues, sigue ahí.