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¿La diversidad sexual es moderna?

En serio… hablemos de sexualidad

  
Nota publicada el 21 de marzo de 2018
por Rocío Linares

Desde que estaba en mi temprana formación como sexóloga me han preguntado muchas veces si la homosexualidad, la transexualidad o la diversidad sexual es natural o aprendida, si ahora hay más personas trans que antes, o en general si algunas partes de la diversidad sexual son un invento reciente o su visibilización ha hecho posible que cada vez más personas se asuman como parte de ella en vez de esconderse en la heteronormatividad.

Quienes me han leído o escuchado en diferentes ocasiones saben que me inclino por diferentes razones hacia la segunda opción, que la diversidad sexual es parte de la naturaleza humana y muchas de sus manifestaciones podemos encontrarlas en diferentes especies de mamíferos y otros animales.

Efectivamente el acercamiento a nuestros intereses y afinidades sin la frontera de la distancia que nos ha dado el internet desde hace unos 20 años ha sido uno de los pilares en encontrar a otras personas con las que compartimos características y que validan que no soy la única persona que es o se siente de determinada manera, lo cual ha acelerado mucho el proceso de conocimiento, auto-aceptación y visibilidad social.

La heterosexualidad y la cis-sexualidad (que solo debemos identificar nuestro género de acuerdo a nuestro sexo biológico y expresarlo de formas estereotipadas de nuestra sociedad) fueron impuestas mucho después de que los humanos comenzamos a existir sobre la faz de la tierra. De hecho, históricamente se han destruido muchas comunidades donde existieron y fueron aceptadas las personas transexuales y transgénero (nombradas de otras formas según sus lugares y épocas) porque se ha creído que estas personas y otras variantes de expresión sexo-genérica tienen conexión con lo divino, poderes mágicos u otras características que causan miedo e incomprensión en los pueblos conquistadores. ¿Le suena familiar?

La conquista más radical de nuestro continente fue la de los españoles católicos, quienes destruyeron, entre otras innumerables cosas, mucha evidencia de la historia y creencias de los aztecas que contaban la tradición de las personas “de dos espíritus”, que era como ellos les llamaron en su cultura. Como sabemos, los nativos americanos fueron forzados a vestir y actuar de acuerdo con los roles de género designados por los conquistadores y a convertirse a su fe. Recordemos además que los “rebeldes” (que conservaban su cultura y convicciones) eran condenados a muerte. ¿Le suena más familiar ahora?

En algunas de las culturas nativas de América (las que existían antes de que vinieran los españoles católicos a conquistar en el sentido más peyorativo de la palabra) las personas eran valoradas por sus contribuciones a su tribu, más que por su apariencia o asunción de roles estereotipadamente masculinos o femeninos. Los padres no asignaban roles de género a su descendencia y la ropa era neutral. No había ideales acerca de cómo una persona debía amar, era un acto natural que ocurría sin dudas o juicios.

De esta forma, las personas de dos espíritus no tenían estigmas por serlo y no había incidentes violentos hacia ellas, pues no había rigidez en cuanto a lo que debería ser el género o el amor. Al contrario, a la familia que tenía un miembro con estas características se le consideraba afortunada, ya que esa persona podía ver el mundo a través de los ojos de ambos géneros y era por tanto más sabia y era al mismo tiempo un regalo del Creador para su familia. Esto cambió por la influencia de la que se convertiría en la religión dominante, el Cristianismo, y en nuestra zona particular, su derivado: el Catolicismo.

De acuerdo a quienes han compendiado las evidencias que quedan de aquellas culturas que han sobrevivido a través de las tragedias y el tiempo, las culturas precolombinas reconocían con diferentes nombres a cinco (si, cinco) identidades de género posibles: masculina, femenina, masculina de dos espíritus, femenina de dos espíritus y transgénero.

Si venimos a nuestro país, un ejemplo de muchos está en Juchitán, Oaxaca, donde desde 500 años antes de Cristo existen los zapotecas que reconocen la existencia de los Muxes, hombres que tienen un rol muy particular de tercer género, ni mejor ni peor que los otros dos, solo diferente con sus propias funciones.

La conclusión que podemos tomar es que la diversidad sexual no es nada moderna. Ha pasado por duros procesos (como las culturas aminoradas o extintas por conquista) de destrucción de su evidencia histórica y de invisibilización. La naturaleza humana sexualmente diversa se ha abierto paso por diversas dificultades hasta llegar a nuestros días. No puede acabarse porque es parte de nosotros. Negarla es como decir que no somos mamíferos: un absurdo.

Rocío Linares. Licenciada en Psicología UABC. Maestra en Sexología Educativa, Sensibilización y Manejo de Grupos IMESEX. rociolj84@gmail.com
 
 

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