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Papás sexuados

En serio… hablemos de sexualidad…

  
Nota publicada el 14 de junio de 2017
por Rocío Linares

Estamos prontos a celebrar como cada año el día del padre, y se vuelve un momento interesante para el análisis de la visión de la sexualidad paterna conforme avanzan las diferentes etapas de este rol en la vida que puede ser tan importante y crucial como el sentido de la vida misma.

Cuando hablamos de las palabras “papá” y “sexualidad” juntas solemos hablar más del rol de educador que tienen ambos padres en la sexualidad de sus hijos e hijas, aunque en general damos por hecho que es más uno que otro miembro de la pareja quien tiene el protagonismo de acuerdo al género de quien hay que educar, lo cual nos hace omitir que educamos en cuanto a la interacción con ambos géneros en el mundo y lo que hay que esperar del otro, de la amistad, de las parejas, etc., todo en base a la relación que llevan los cuidadores principales.

Esto nos lleva a una gran e importante tangente acerca del rol educativo del padre en la sexualidad de los hijos e hijas que no debemos perder de vista. Sin embargo, cabe preguntarnos para cuándo voltearemos a ver la sexualidad de los hombres cuando el rol de padres llega a sus vidas y cómo eso modifica sus prioridades en cuanto a roles y estereotipos de género, trabajo, interacción con su pareja (dentro y fuera de la cama), pues la paternidad, al igual que la maternidad aunque de formas distintas, cambia para siempre la vida de quien tiene un hijo o hija aun cuando decide no tomar el rol responsable y activamente.

Dado que el tema de los hijos gira socialmente en torno a las mujeres, tenemos algo más de claridad en cuanto a lo que el embarazo, el puerperio, la lactancia y la crianza de los hijos provocan en la mujer. Veamos qué sucede con los varones (y seguro podrán atestiguar en los comentarios porque obviamente aunque he entrevistado a varios varones para tener este criterio, no hay conocimiento que me alcance para vivir el ser padre):

Comencemos por el hecho de que la crianza de los varones no incluye desde siempre la familiarización con la paternidad, dado que es menos común que los niños jueguen con muñecos a cargarlos y cuidarlos en preparación para el rol y usualmente la posibilidad aparece en el inicio de lo que se conoce popularmente como “vida sexual activa” (¿estamos desactivados/as alguna vez?) pegada al temor al embarazo o al pensamiento mágico (“a mí no me va a pasar”) propio de algunos adolescentes y hasta adultos.

A eso tenemos que agregar que la cultura anticonceptiva va mucho más acentuadamente dirigida hacia las mujeres, si bien hay programas que tratan de empoderar también a los varones en cuanto a derechos reproductivos como el hecho de poder decidir sobre el número de hijos y su espaciamiento. Generalmente esta decisión se le deja a la mujer, o más bien se le “permite” o no de acuerdo a las creencias del varón (al menos en algunas familias).

Desde luego una vez que hay una prueba de embarazo positiva, todos los cuidados prenatales se dirigen a la salud de la mujer y se desatiende o se toma a broma que el hombre también puede padecer achaques (por estar en contacto con químicos que segrega la mujer, está comprobado) y de hecho tiene inevitablemente una crisis existencial que puede llevar al cuestionamiento de las prioridades, del trabajo, de su relación con la madre del bebé en camino, y una serie de factores muy particulares de cada relación. A esto se le puede agregar la discusión inacabable sobre el derecho del hombre a opinar en caso de que la mujer desee abortar un embarazo en el que él también tiene participación.

Sin afán de generalizar, sucede también que a muchos varones se les viene encima el paquete de una serie de cuestiones de género que tienen que ver con su papel como proveedor y como apoyo emocional de la mujer en embarazo, parto y puerperio. “Debo trabajar, ayudar, apoyar”, entre otros tantos deberes que crecen junto a la barriga de la mujer.

Los padres viven además una parte del duelo de la relación de pareja (cuando esta existía desde antes), pues a partir del embarazo la interacción de ambos miembros de la pareja será diferente y se volcará al menos temporalmente en quien viene en el camino y no en él. Por tanto, hay hombres que viven la paternidad (sobre todo en sus etapas más tempranas) con sentimientos de desplazamiento que no siempre son expresados o comprendidos por ellos mismos o sus parejas.

A esto se le agrega que en nuestra cultura influida por el judeocristianismo, la figura de la madre es “diferente” a la mujer sexuada y muchas parejas sufren de disfunciones sexuales debido a este cambio de visión en el hombre que teme “manchar la pureza con la que culturalmente debe ver a la madre de sus hijos” a quien no debería hacerle todas las cosas sucias que de manera cotidiana pudiera haber tenido antes su repertorio de expresión sexual.

Este cambio de visión puede manifestarse en anorgasmia, disfunción eréctil, apatía sexual, entre otras que pueden venir además asociadas a cambios en la cantidad de personas en casa que ayudan a cuidar al/a bebé, a los del cuerpo de la nueva madre percibidos como antiestéticos por la cultura que privilegia un estereotipo de belleza, a los pleitos por los desacuerdos en los cuidados en los que él quiere o no participar, entre otras muchas cosas.

Por otro lado, está comprobado por investigadores que también la despedida de los hijos en su propia adultez genera una crisis en las parejas en donde es propositivo volver a conocerse y cuestionarse si desean estar juntos de nuevo.

Si en algún momento antes de esto la relación de pareja se desintegra, existen otros factores que aunque de inicio no siempre pensamos, pueden ser un detrimento en la posibilidad de tener nuevas relaciones de pareja: las pensiones alimenticias y el deterioro económico que potencialmente puede generarse a partir de la separación tanto para quien adquiere esta obligación como para quien se queda con los hijos e hijas en casa; que el hecho de tener hijos/as puede volvernos menos atractivos frente a potenciales nuevas parejas por el tiempo y el dinero que inevitablemente se debe invertir allá con los hijos y la pareja anterior, lo cual puede además provocar celos; etc.

La idea es tener en cuenta que el rol de la paternidad también cambia la visión de la sexualidad para el hombre y es un tema poco discutido en el que también hace falta intervenir tanto desde lo educativo como desde lo terapéutico en caso de que para cualquiera de ellos o ellas esto signifique alguna dificultad en el terreno de la relación de pareja y su expresión en la sexualidad.

Rocío Linares. Licenciada en Psicología UABC. Maestra en Sexología Educativa, Sensibilización y Manejo de Grupos IMESEX. rociolj84@gmail.com
 
 

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