El desarrollo de la práctica médica  inició en las culturas ancestrales, a partir de un grupo de personas que practicaban la curación mediante conjuros, pócimas y otros artificios, pero ninguno de estos métodos tuvo sustento válido.

Los sacerdotes, chamanes y brujos eran quienes se comunicaban con fuerzas superiores para recibir su ayuda y así curar; se creía que las enfermedades eran males producidos por demonios que espían cada acto cometido en la vida, y tienen la capacidad de atacar al humano en cuanto sean desprotegidos por sus dioses. Por otro lado, los dioses podían dejar de cuidar al hombre en cuanto se sientan ofendidos y provoquen su cólera.

Sin embargo, con el paso de los años, surgieron explicaciones científicas y más razonables, tanto para fenómenos naturales como para las enfermedades. A partir de este momento, la imagen mágica del médico con poderes milagrosos y con una conexión directa con los dioses y algunos otros con demonios, fue cambiando paulatinamente a través de los siglos hasta convertirse en lo que conocemos ahora como médico.

La postura de la medicina alópata frente a los métodos de curación de los brujos y chamanes es  de completo rechazo.

La Dra. Lorena Rangel, quien ejerce como médico cirujano desde hace 16 años  en Ensenada, comenta que a pesar de que esta profesión tuvo sus orígenes con los chamanes, en la actualidad es un método de curación obsoleto, pues la medicina puede comprobar objetivamente resultados de tratamientos, así como diagnosticar.

Asegura que los médicos que no creen en este tipo de procedimientos curativos, pues es desaprobado por el Juramento Hipócratico; un juramento que proclaman públicamente los médicos al graduarse, y es parte de su código de ética, así como guía práctica.

Este juramento fue creado en la época en que la orientación de la curación ya no era la magia, si no lo clínico. Y exhorta a respetar y seguir la tradición médica; en la que en ese período ya estaba inmersa la ciencia y dejaban la práctica en las manos de los Dioses.