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Atropellamiento, marcó a familia de por vida

La pesadilla 18 meses después no termina

Manuel Adrian Ita Beltrán, en busca de una esperanza.

Nota publicada el 12 de junio de 2012
por Elizabeth Vargas

El 11 de enero del 2011 Ivette Beltrán se levantó como todos los días, muy temprano para acompañar a sus hijos a la escuela… un recorrido que conocían de memoria.

Salió de la casa con sus tres pequeños: Itzel, Alondra y Manuel. En el camino se les unió una amiga.

Al cruzar la calle once con rumbo al Fraccionamiento México lo hicieron juntos, como siempre. Sus hijos iban jugando adelante, acababan de cruzar el alto de la calle Mar y entonces de la nada apareció a toda velocidad un automóvil que arrancó a sus tres hijos del suelo y los arrastró con él.

Ivette recuerda que al darse cuenta de lo que ocurría, al igual que otros peatones, empezó a gritar al conductor para que se detuviera porque dos de sus pequeños estaban bajo la unidad y eran arrastrados, mientras a otro lo había lanzado como un muñeco de trapo a varios metros de distancia.

El chofer del vehículo al parecer escuchó los gritos e hizo un leve intento para detenerse, momento en que los dos pequeños que estaban bajo la unidad quisieron moverse, pero el conductor sin darles tiempo a hacerlo, siguió adelante, pasando las ruedas traseras sobre los cuerpos de dos de los niños.

–Yo creía que estaban muertos –explica Ivette mientras intenta controlar las lágrimas que amenazan con brotar– Entonces se levantaron, primero Itzel Amairaní que tenía sangre en el rostro y estaba lastimada de una pierna.

A Itzel, la mayor de los tres, el accidente le daño el pómulo y le destrozó varios dientes, además de los golpes que recibió por el golpe y la caída.

–Cuando se levantó Manuel quise gritar por lo que veía, pero cuando noté que se asustó y se quiso tocar la cara pensé, estúpida ¿qué estás haciendo? lo vas a asustar y me callé y le dije luego, no te agarres la cara.

Manuel tenía destrozado el rostro, el vehículo le aplastó la carita, había restregado contra el pavimento la mejilla, la nariz, el ojo y el cráneo del pequeño.

–Me habían dado un curso de primero auxilios pero no sabía que hacer, el tiempo se me hacía eterno y la ambulancia no llegaba. Su ojo estaba dañado, también el párpado y las cejas. Lloraba por el dolor mientras yo hacía esfuerzos por no gritar, para que él no se diera cuenta de lo que yo veía.

Alondra había sufrido también heridas graves. Ivette recuerda: “Su cabeza parecía un huevo y se empezaba a hinchar por haber sido aplastada por el carro que tras el atropellamiento, siguió su marcha para escapar. Tenía una herida en la carita”.

Desde que ocurrió el accidente hasta que apareció la primera ambulancia pasaron pocos minutos, sin embargo Ivette lo recuerda como una eternidad. Veía a sus pequeños lastimados, sangrando y lo único que pensaba era como los podría salvar.

Tras el accidente sus tres hijos fueron trasladados en ambulancias a lugares distintos: Alondra al Seguro Social; Itzel y Manuel al Hospital General.

Conforme pasaron los días Itzel fue dada de alta del Hospital, pero sufrió daños permanentes en los dientes. A pesar de que le hicieron algunos trabajos en la boca el dolor continúa ahí y en la pierna.

Luego Alondra fue dad de alta. Tiene actualmente 9 años de edad y una cicatriz en su carita. A raíz del accidente presenta crisis nerviosas cuando salen a la calle, le tiene miedo a los automóviles, piensa que la van a atropellar.

Manuel en tanto, con traumatismo craneoencefálico, tenía pocas posibilidades de vida, pero se aferró a ella. Quedó con el rostro desfigurado, serán necesarias varias cirugías para su recuperación.

Ivette, una joven de apenas 27 años de edad, cuando sus hijos fueron dados de alta poco a poco, pensó que la pesadilla había quedado atrás, sin saber, que este accidente le modificaría a partir de ese momento no solo su vida diaria sino su propia salud.

Cinco meses después del atropellamiento de sus hijos, a ella se le diagnosticó un cuadro de diabetes a causa de la presión que soportó al ver a sus hijos lesionados, además de pasar días completos sin comer y dormir.

Por si esto no fuera suficiente, la misma diabetes y cuatro crisis seguidas, causaron que perdiera el trabajo en una maquiladora, a la que asistía en la madrugada, porque de día tenía que estar en su casa para poder atender a sus pequeños cuando fueron dados de alta.

Luego la falta de dinero la empezó a ahogar: perdió el derecho al Seguro Social, tenía que comprar medicinas para el tratamiento de Manuel y como consecuencia de esto, finalmente ya no pudo pagar la renta en la casa donde vivían en la calle 11, de donde la desalojaron a mediados del año pasado.

Pidió auxilio a las autoridades para que evitaran el desalojo pero no tuvo eco.

Consiguió un terreno en la Colonia Rosas Magallón y al no poder pagar el microbús que ocupaban para poder llevar a sus hijos a la escuela, estos fueron cambiados de la Escuela Anáhuac a la que asistían cuando ocurrió el accidente, a la primaria Héroes de la Revolución en la Colonia donde viven ahora, pero esta a punto de perderlo porque se ha retrasado en los pagos: cuatro de 2 mil 700 pesos que no tiene como pagar.

Ivette confiesa “Le debo a medio mundo, pero a veces no tenemos ni que comer, mis niños ya lo saben y se conforman, pero a veces es muy estresante”

Itzel, dejó la secundaria Diurna 2 para irse a una telesecundaria que se ubican en la misma Colonia Rosas Magallón, que es la más cercana a su casa. La cambió porque no tenía para transporte ni para material escolar.

Para sobrevivir, mantener a sus hijos y pagar medicinas, vendió empanadas primero y cuando vio que no le estaba yendo bien, pues apenas le alcanzaba para comer a veces y pagar medicinas, empezó a vender dulces.

Ivette estudió solo hasta tercero de secundaria pero no concluyó. Se embarazó a los 14 años. Ahora tiene apenas 27 años de edad y tres hijos que con mucha dificultad intenta sacar adelante en medio de graves problemas económicos. Está separada desde hace mucho del padre de los menores que se desentendió totalmente de ellos.

–Se trata de no depender de la caridad, yo tengo que sacar a mis niños adelante, pero es tan difícil. Por la diabetes hay días que se me dificulta levantarme, estoy cansada y triste pero tengo que seguir.

La prioridad de Ivette por ahora no es su salud, sino conseguir el dinero suficiente para las operaciones que Manuel, que actualmente tiene 8 años de edad y requiere varias cirugías para reconstruir su rostro.

Manuel es un niño dulce que sonríe con facilidad. Ha enfrentado con valentía lo que le ocurrió y el hecho de que a raíz del accidente, su ojo dañado se le infecta constantemente, pero su mamá se lo limpia para que cuando lo operen no lo haya perdido. Ocupa cuatro operaciones.

Inicialmente intentó hacerlo por medio de un Hospital denominado clínica de la Visión, para lo cual con mucho esfuerzo logró reunir los 11 mil pesos que le pidieron, pero después el cirujano le dijo que solo lo operaría a cambio de 25 mil pesos.

Cuando le dijo que no los tenía y pidió la devolución de lo que había entregado, le entregaron menos de 8 mil porque “la cita estaba hecha”.

–Me dio coraje, impotencia, tristeza que haya personas así, sobre todo por el esfuerzo que implicó obtenerlos y que gente de buena fe me ayudó.

Actualmente están por operar a Manuel, apoyada por el Hospital de las Californias y el Seguro Popular, donde ella deberá pagar una cantidad de alrededor de 2 mil 750 pesos, para los cuales actualmente Ivette hace una rifa ayudada por personal de Víctimas del Delito de la Procuraduría de Justicia del Estado, quienes le han dado la mano, al tiempo que vende dulces para mantenerse.

Pero faltan otras tres operaciones y serán mucho más costosas, pero confía en que de una forma u otra los va conseguir.

La situación para Ivette y sus niños no es fácil. Todos los días recorre a pie las distintas calles de la ciudad, a veces sola, a veces con uno o dos de sus hijos porque no tiene donde dejarlos. Va vendiendo dulces que lleva acomodados en una canasta.

Aclara; “A veces las personas me huyen, pero me gustaría que me escucharan o simplemente me compraran dulces porque con ellos reuniré lo que se ocupa para las operaciones de mi hijo, y si… sí me gustaría que un milagro permitiera que se pudieran garantizar las operaciones que faltan.”

Sobre quien atropelló a sus pequeños Ivette recuerda: “ya esta libre… no se si esta en proceso o no, él nunca hizo algo por reparar el daño ni creo que sepa lo que provocó, ni por cuanto tiempo, porque nunca se interesó en saberlo”.

Con su pequeña familia Ivette esta decidida a salir adelante, “No se como, pero estoy segura que saldremos adelante”.

NOTA: El teléfono de Ivette si usted la quiere apoyar es el celular (646) 123 24 60. Gracias.

Manuel muestra su cicatríz. Abajo con su mamá y su hermana Itzel.


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