Una concentración pacífica, con alrededor de un centenar de mujeres se sumaron este lunes a partir de las cinco de la tarde frente a la fachada de la Fiscalía General de la República para manifestarse por las víctimas de desaparición y feminicidio.
Muchas con prendas de color morado uno de los distintivos de la lucha feminista en el mundo y ahora en México, como señal de protesta contra el asesinato de mujeres y la impunidad que rodea estos crímenes.
El último en México, que derivó en la indignación colectiva,
es el caso de la joven Neolonesa Debanhi Escobar, que desaparecida el 9 de abril fue finalmente hallada muerta dentro de una cisterna el 21 de abril a pocos metros del último sitio donde la vieron por última vez.
Sin embargo, el caso de Debanhi no es aislado, se suma a otros asesinatos de mujeres, que en Ensenada donde se realizó este lunes la manifestación, cuenta en apenas cuatro meses con 10 víctimas, casi el mismo número de todo el año 2016 que fueron 11.
En la concentración de este lunes de forma libre, surgieron varias historias, todas para mantener a quien las escuche con un nudo en la garganta.
El abuso sexual contra una joven que narró frente una audiencia solidaria, el miedo, el coraje, la necesidad de proteger a otras pese a su dolor, todo con la voz entrecortada.
Otra víctima, de esas que las autoridades denominan “colaterales” una hija que perdió a su madre víctima de un feminicidio y asume ahora la responsabilidad de hermanos menores y uno propio, con una frase que muchas veces escuchamos sin entender ‘pensé que eso no me pasaría a mí”.
Narraciones en voz baja apenas perceptibles por un amplificador con poca potencia, en donde el silencio de la audiencia hace que los murmullos se puedan entender, al igual que la voz entrecortada que cierra su doloroso discurso con un “Que me importe lo que está haciendo otra morra”.
La mayoría de las manifestantes son jóvenes, no adolescentes, solamente una niña en el grupo que se ha entretenido durante el lapso de la reunión, con un muñeco y otros juguetes en el piso, mientras acompañaba a su madre.
La concentración era vigilada desde lejos por tres patrullas, dos de la Fiscalía General del Estado que se estacionaron en doble fila y una municipal que ha dado varias vueltas sin detenerse, solo para dar información a los jefes de cómo transcurre al igual que personal de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, para verificar que no pase nada y si pasa se documente.
Las instalaciones de la Fiscalía General de la República, sin una sola persona a la vista, saben que feminicidios y homicidios no son su competencia, aunque el Presidente prometa lo que prometa.
Pero le quedan algunas marcas a la estructura, las palmas de una mano, manchadas con pintura roja, de esa que parece sangre, rebautizada en los partes policiacos como “manchas pardorojizas”
En la concentración se hizo un pase de lista, el de las mujeres que han sido asesinadas en Ensenada, mujeres que se sabe que están muertas pero que en muchos casos no se sabe quiénes eran, mujeres invisibles para las fiscalías, pero inolvidables mientras alguien reclame la investigación por ellas, por las que el grupo grita ¡Presente!