La semana pasada referíamos que en 1987 Cesar Chávez acompañado de varias personas y dos de sus escoltas, todos ciudadanos americanos,(apoyados por dos agentes judiciales del estado de Baja California que los guiaban en un tercer vehiculo, realizaron un viaje relámpago a San Felipe a saludar a los miembros de la “Unión de Trabajadores Campesinos” quienes hacían trabajo social es ese puerto.
Al transitar por el camino con destino a Ensenada, encontraron un accidente de tráfico que recién había ocurrido y donde había un numero de víctimas, los agentes judiciales decidieron permanecer en ese lugar para prestar atención a los heridos, instruyendo a los dos vehículos de la comitiva de Cesar Chávez para que continuaran su camino hacia Estados Unidos, vía Ensenada, asegurándoles que “ todo estaría bien”.
Sin embargo kilómetros adelante un mal iluminado y no plenamente identificado “reten militar” los cominó a detenerse, ante la duda de la legitimidad del “reten” el primer vehículo imprimió mayor velocidad al tiempo que instruía al segundo vehiculo que no se detuviera. De inmediato se escucharon fuertes detonaciones de potente rifle al mismo tiempo que un “Jeep” con luces rojas los persiguió. Ante esta circunstancia ambos vehículos detuvieron su marcha.
Los ocupantes de los dos vehículos fueron requeridos de descender e identificarse, para lo cual, Marco López, abogado de profesión y asesor de Cesar Chávez con perfecta dicción del idioma español indicó que eran ciudadanos americanos y que acompañaban a Cesar Chávez quien era el “líder sindicalista”, en eso, un soldado se acercó al capitán y al oído le dijo unas palabras, de las que Marco López, alcanzó a escuchar “¡pistolas!”. En ese momento el rostro del Capitán al mando del grupo de soldados tomo un sesgo adusto y sin mucha solemnidad les informo que desde ese momento quedaban detenidos y que serían llevados a la cárcel de Ensenada para enfrentar los cargos correspondientes a la portación de armas prohibidas. En efecto, Los dos agentes de seguridad de Cesar Chávez, con licencia para portar armas en “California” fueron sorprendidos con una pistola, cada uno, en su poder. Ahora, con soldados al volante de los dos autos y acompañados por el resto de los soldados se dirigieron a Ensenada. Fueron llevados ante un oficial uniformado que los recibió y que inicio el interrogatorio. Este oficial conocía de nombre a cesar Chávez y su labor en estados Unidos. Cesar Chávez le pidió a Marco López que se encargara de dar las explicaciones necesarias a la vez que le entrego una tarjeta de vista de uno de los senadores de la Republica. El oficial escuchó pacientemente a Marco López quien de una manera metódica y congruente explicó con todo detalle la razón del viaje, la presencia de ellos en territorio mexicano, así como la inexcusable omisión de no haber reportado las armas de los agentes de seguridad y, aun más, el hecho de no haber obedecido las ordenes de detenerse en el retén.
Al terminar de escuchar la explicación del Sr. López el oficial les indicó que esperaran a que regresara. El tiempo pasó y los minutos pesaban con angustia en la mente de los detenidos. La incertidumbre y el temor a las consecuencias era el común denominador en su estado de ánimo.
Al cabo de cerca de una hora regresó el oficial. De mano saludo a Cesar Chávez, al tiempo que le decía que el “Sr. Senador” le enviaba cordiales saludos.
Ya despuntaba el día cuando reiniciaron la marcha hacia su destino.
Marco López en sus apuntes menciona que después de un extendido y largo silencio Cesar Chávez le agradeció su intervención a la vez que le preguntaba sobre la posibilidad de recuperar las pistolas confiscadas, “Absolutamente ninguna” fue la respuesta.
Y así, termina esta anécdota casi desconocida de una visita, forzada de Cesar Chávez a Ensenada.