Hace una semana recordábamos la visita del Gral. Lázaro Cárdenas a Ensenada en 1967. En esta ocasión quiero hacer una corta reseña sobre otra de nuestras experiencias con el Gral. Cárdenas. Durante el desayuno en el Hotel Bahía, acompañados de su comitiva y unos amigos cercanos al Gral. Don Vicente Ferreira le platicaba sobre un rancho donde se encontraba desarrollándose con éxito la producción de árboles de algarrobo.
Explicaba don Vicente que este tipo de árbol da un fruto, en forma de vaina similar al mezquite, con la particularidad que el producto se industrializa para la fabricación de un producto de sabor semejante al chocolate. En esos tiempos el precio del “carob” como se denomina al fruto, en el mercado internacional era bastante redituable. El Gral. Cárdenas, atento, siempre y además interesado en buscar nuevos desarrollos agrícolas, pensó y dijo, que quizás podría ser algo para implementarlo en su estado natal de Michoacán.
Se tomó la decisión de, después de desayunar, trasladarnos a Valle de Guadalupe. La carretera pavimentada de Ensenada a Tecate, en ese tiempo, recién construida, ofrecía los beneficios de un paseo agradable.
Abordamos dos vehículos, uno conducido por mí y llevando como pasajeros al propio Gral. Cárdenas, acompañados por don Vicente Ferreira y una tercera persona cuyo nombre escapa de mi memoria.
Cerca del mediodía entramos al rancho del Sr. Badán a quien encontramos ya esperándonos. No supe quien le había avisado de nuestra intenciones de conocer su rancho, y lo que yo pensaba que era una improvisada salida de campo era en realidad una programada visita.
El Sr. Badán nos explicó que su rancho era de alrededor de 1000 hectáreas. Que lamentablemente, marcada de escases de agua. Que había logrado con bastante perseverancia lograr obtener una constante producción de “carob”.
Lo que me impactó sumamente de esta visita, fue que al escuchar al Sr. Badán, explicar el proceso que, según yo entendí, era de su creación para lograr que arboles de alta necesidad de agua diera fruto, y como prueba de tal éxito, nos mostraba orgullosamente ciertos árboles frutales. Dicho proceso, en palabras del Sr. Badán consistía en hacer un hoyo de unos 40 centímetros de profundo, en el suelo arenoso y seco donde colocaba los primeros 20 centímetros de pencas de nopal, acomodadas horizontalmente unas sobre otras. Para después llenar los restantes 20 centímetros con tierra fértil traída del cercano Cañón del Burro, en la zona de los encinales. Finalmente se hacía un cajete normal donde se plantaba el pequeño árbol. Este proceso había demostrado buenos resultados hasta esa fecha.
Después me entere de que los precios internacionales del “carob” de habían derrumbado y dejo de ser una ventura comercial envidiable como en su principio.
Una visita que dejo en mi mente la grata impresión de ver los ojos de un visionario y tenaz trabajador del campo como el Sr. Badán y escuchar sus palabras que orgullosamente reflejaban el logro de sus esfuerzos y la realización de sus ideas..