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De mañanitas.

Una humilde serenata

  
Foto: Archivo.

Nota publicada el 12 de marzo de 2014
por Rafael González Bartrina

Reseña de una experiencia humilde y maravillosa en Maneadero, hace ya algunos años. Estas notas las escribí y las guarde sin más acordarme de ellas. Hoy en la búsqueda de material para mi colaboración semanal para este portal electrónico, repentinamente aparecieron y con gusto me permito compartirlas.

Hace unos días, recibí una invitación de parte del profesor Carlos Carrillo Franco, a quien aprecio como buen amigo. Me decía que próximamente el 21 de abril, su esposa doña Evangelina Ceceña, cumpliría años y con el ánimo de festejarla quería ofrecerle una serenata de mañanitas.

A los pocos días me avisa Carlos de que a petición de Don Rafael Palacios y con el fin de que se pudiera extender la tradición de las mañanitas a los del santo o cumpleañeros, estaban organizando una visita de parte del trío “Los Quinientos” formado por Don Rafael, Rafael Palacios hijo y Mundo Sánchez Laurel. La cita era a las 5:30 de la mañana, ahí, afuerita del rancho “Doña Estefana”.

Se inicia el día, aun en la oscuridad y con el suave aroma a tierra mojada. Un par de horas antes, nos había visitado la lluvia para alegrar el campo y refrescar esta maravillosa mañana de primavera.

En punto de la hora citada hacemos acto de presencia, Los Quinientos, Don Luís Lamadrid, Don José Estrada, Don Porfirio León Amador, Graciela Trabado Vélez y quien esto escribe.

Mientras se afinan los instrumentos al amparo de las bellas palmeras que encuadran la larga y espaciosa entrada al rancho, se afinan también las voces, ya con café y algo de piquete.

Se siente una constante y fresca brisa, proveniente de allá del oriente, de por el cañón que conduce a La Grulla, es un viento, si suave, si muy fresco, casi frio. Dicen los que saben que es el viento que se hace cuando “Aletea la grulla”. Las primeras luces del alba se enmarcaban en los cerros allá a lo lejos. Unos minutos mas tarde, aparece Carlos quien sigilosamente nos guía, por esa maravillosa calzada adornada con petunias silvestre de suave color rosa pálido, petunias que Carlos ha bautizado como Las Estefanías. Nos conduce este camino arenado al celebrado patio de los pavoreales, cuyos personajes centrales ya nos habían notado y se avisaban con esos particulares graznidos, en una mezcla de aviso y bienvenida.

Las siluetas se perfilaban contra la incipiente primera luz del día.

Ya en posición, bajo la ventana indicada y al unísono instante, marcado por la dirección de Don Rafa, se rompe el silencio campirano, y los sonidos de instrumentos de maderas divinas y de cuerdas celestiales, reproducen la melodía tradicional Las Mañanitas. Se siente un especial escalofrío que recorre el cuerpo. Aun vive la tradición. Después de muchos, muchos años, aun después de tanto progreso y globalización, de leyes y permisos, de no, no y no, aun a pesar de eso, el mensaje de deseos de felicidad se dejo oír en el despertar de un nuevo año para Doña Eva.

Las melodías, seguían una tras de otra. Unas con mensajes especiales de Carlos para su esposa, otras llenas de tradición y muy apropiadas…..

Se abre la puerta y entramos en grupo a la espaciosa cocina, nos acompañan ya para entonces, Doña Eva, sus tres hijos y sus nueras, mas tarde se incorporaría uno de los nietos.

Don Rafa, con esa energía y entusiasmo incomparable y muy propio de él, seguía haciendo llorar de felicidad a su viejo violín que sabe reproducir los sentimientos de Don Rafa. Si el vals Alejandra, si Dios Nunca Muere, si ya un paso doble, o la Luisa, el Burro Viejo, o el Rosicler. Las melodías siguen, ya instalados en el comedor vemos los primeros rayos del sol que se adentran por la puerta principal del rancho, cuya casa esta orientada hacia donde nace el sol, “como debe de ser”, según nuestros ancestros que construían sus primitivas chozas con la misma orientación. Se hace una pausa para aceptar el reconfortante menudo preparado a propósito del evento.

La magistral cocina mexicana en todo su apogeo, de repetir platillo de rellenar el vaso, de repetir los brindis de buenos deseos, de alimentar el espíritu. Se renovar el sentimiento y la razón de una de las más bellas tradiciones mexicanas. Gracias Carlos por la invitación, Gracias Eva por la razón. Gracias a Los Quinientos por esa música y esas canciones que salen del profundo sentimiento de autentica amistad. Gracias a todos por hacerme revivir la alegría que solo se siente una vez en la vida. Mañanitas Mexicanas en el campo, en el rancho, en Ensenada.

Rafael González Bartrina. Rafael González y Bartrina. Miembro del Seminario de Historia de Baja California y del Consejo de Administración del Museo de Historia de Ensenada A. C. rafaelgonzalezbartrina@gmail.com
 
 

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