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Una anécdota sobre el encuentro con el Señor Cacahuate

En el Carnaval Gringo

  
Nota publicada el 3 de marzo de 2016
por Rafael González Bartrina

Sufriendo de bloqueo creativo e imaginativo sobre qué tema abordar para esta contribución semanal, tenía la mirada perdida en el espacio cuando mi esposa me pregunto que sobre que escribiría hoy, casualmente, y con cierta frustración respondí: “! Sobre el señor cacahuate!”

Para mis adentros sonreí; quien dijera que yo conocí al “verdadero” señor cacahuate. Si me permiten, mis amables lectores, les contaré el evento.

Era ya tarde la primavera de 1954, aun antes del verano. Salíamos de clases del colegio Ensenada y nos habíamos enterado de la visita de un “carnaval gringo” en la calle Primera por el rumbo del Hotel Bahía. La curiosidad nos hizo caminar, a algunos amigos y yo, para ver y saber que era un “carnaval gringo”.

Cuando llegamos a la zona indicada, efectivamente, cruzando la calle Primera, frente al Hotel Bahía, entre la banqueta y el corral usado como lienzo charro había instalados una serie de puestos de muchos colores y banderines. A los lados estaba los juegos mecánicos, la rueda de la fortuna, sillas voladoras, casa de espejos, en fin una serie de atracciones no desconocidas para muchos de nosotros.

Sin embargo al recorrer los puestos descubrí que no todo lo que se ve es como se ve. Me explico. En cada puesto había un sinfín de “premios”, algunos eran muñecos de peluche, en otros cierto tipo de juguetes, etc. Estábamos extasiados al ver tantos “premios” y lo más increíble, sumamente fácil, decían, ganarlos. Si era tirando al blanco con un rifle de tapones de corcho, si con dardos a globos, si con pelotas a botes en forma de pirámide. Había tablas con hoyitos por donde se debía de atinar con una canica, en fin. Habilidad manual y mental según se anunciaba.

Casi todos mis amigos y yo, solo veíamos, pues el factor económico no estaba en nuestros bolsillos. Esa, no participación, me permitió descubrir que sutilmente, sin engañar, la gran mayoría de los participantes fallaban en sus logros. Al principio pensé que era falta de talento más luego, deduje, que era todo un negocio. Ellos no venían a regalar los “premios”, era venderlos a unos cuantos y llevarse el dinero de todos los demás. Perdí el interés y con decepción me hice la idea de que el “carnaval gringo” no valía la pena.

Opté por separarme del grupo y emprender el camino de regreso a casa. Había que subir por una rampa de madera hasta el nivel de la calle. De pronto escuché un alboroto que venía a mis espaldas, detuve mi paso y regrese la vista hacia atrás. Ahí... A unos pasos estaba MISTER PLANTERS en persona ! Y el SI estaba regalando premios GRATIS! Eran bolsitas de cacahuates. El señor Cacahuate era no mucho más alto que yo. Vestía medias apretadas al cuerpo de color negro, en las piernas y en los brazos, su cuerpo era de una pieza, semejando a una cacahuate, su cara estaba denotada solo por la boca, un remedo de nariz pequeña, dos ojos más bien grandes, uno de ellos montado un monóculo, llevaba un elegante sombrero de copa, de color negro en seda, guantes blancos, un bastón delgado, de madera, de color negro, llevaba zapatos muy brillosos negros casi cubiertos por una especie de polainas blancas. Caminaba a la “Charles Chaplin” y reía con acento americano. Nunca lo había visto antes (Ni después en 60 años). Extendí mi mano y me saludo, luego sacó de una bolsa dos paquetitos de cacahuates y me los ofreció. Yo, tímidamente y en asombro, tome uno. El con un lenguaje corporal me pidió que tomara el otro también.

Pronto, la gente de mí alrededor me apartó y vi como seguía su rumbo haciendo niños felices.

Aun no salgo del asombro de como uno guarda experiencias que permanecen latentes y dormidas, hasta que de un de repente y sin relación alguna, algo las dispara.

El nombre de “carnaval gringo” se lo daba la gente. El anuncio en focos de colores decía “Carnival” y por su semejanza en sonido la traducían en “carnaval, sin embargo, para diferenciarlo del “verdadero” carnaval, le ponían el apellido de “gringo”. A la fecha los juegos han cambiado, las posibilidades de obtener algún premio siguen siendo mínimas. Me imagino que por ahí pudiera, todavía, andar el señor Cacahuate.

Rafael González Bartrina. Rafael González y Bartrina. Miembro del Seminario de Historia de Baja California y del Consejo de Administración del Museo de Historia de Ensenada A. C. rafaelgonzalezbartrina@gmail.com
 
 

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