Era el sábado 4 de octubre de 1969, ese día se celebra San Francisco de Asís. Arturo Arellano Tapia, fungía como gerente del Banco de Fomento Cooperativo. Gastón Vélez Orci (qepd) colaboraba en el mismo banco y por esas fechas compartía la misma casa con Arturo. Ocurría que ese sábado habían hecho viaje de visita de trabajo a San Quintín, temprano en la mañana, regresando a Ensenada ya entrada la noche. Yo estaba en el Bar El Cid, en la esquina de la calle 1ra y Ave. Blancarte. Nos encontramos brevemente, yo estaba por retirarme y ellos apenas venían llegando, después de un día muy largo y fatigado. Me dijo Arturo que al día siguiente viajarían a Magdalena, Sonora y me invitó.No pude aceptar la invitación y me despedí.
Debo de compartir que a Gastón Vélez y a mí, nos unía una especial amistad, nos habíamos conocido en Magdalena, Sonora el 11 de julio de 1966, cuando acompañe a Arturo Arellano a su ciudad natal y tuve una reunión con varios amigos y socios del club 20-30 de ese lugar. Entre ellos estaba Gastón y de ahí nació una maravillosa amistad que nos llevó a vivir aventuras en nuestra vida de solteros.
Regresando a la noche del 4 de octubre de 1969 no me quede a acompañarlos y me retire a mi casa.
El resto de la historia de esa noche me la relato personalmente Gastón. La comparto con mis amables lectores con profundos sentimientos. Gastón que en 1974 fueron, junto con su esposa Yolanda Salcido, padrinos de bautizo de mi hija Michelle. Los recuerdos de nuestras correrías que me acompañarán para siempre.
Seguimos con la narrativa de los hechos de esa noche. Seria sobre la media noche y Gastón se sentía bastante cansado, más por el viaje de ida y vuelta a San Quintín, (Recordemos que en ese tiempo no estaba terminada la carretera Transpeninsular y el desgasto personal era bastante significativo). Teniendo que esperar a que Arturo llegara al fin de la parranda, optó por ir al baño y escogió uno de los reservados, para descansar unos minutos. Seguramente el sueño le gano y cuando despertó, después de orientarse en la total oscuridad a tientas logro encontrar su camino hasta la barra del bar. Encontró que las puertas de salida estaban cerradas con llave por dentro y no había posibilidades de salir del lugar.
Logró encontrar una carterita de cerillos y con ellos busco el teléfono. Con mucho trabajo inicio el marcado de mi número de teléfono en ese tiempo los teléfonos de Ensenada tenían 5 números y cuidadosamente marco el 71869, y al cabo de unos timbrazos una voz somnolienta contesto “bueno”. Gastón pidiendo disculpas, pidió hablar con “Rafael”. La voz en el teléfono le hizo saber que ahí no había ningún Rafael. Repitió el procedimiento, con el mismo resultado negativo. Una vez más, otro intento, y el mismo fracaso. Ya para entonces la voz que contestaba el teléfono mostraba su enfado y frustración. Ya con la amenaza de avisar a la policía si persistía en molestarlo.
Gastón desistió y ya con los últimos cerillos logro encontrar una pequeña, que digo pequeña, pequeñísima ventana en uno de los baños. (Tiempo después Gastón me llevo a ver la ventana y no me cabe duda de que era imposible que un adulto cupiera a través de ella) Logro escurrirse a los techos aledaños y los recorrió hasta llegar a la orilla de la calle, donde se descolgó y ya en la banqueta caminó las 2 cuadras que lo separaban de la casa que compartía con Arturo. Serian sobre las 4 o 5 de la mañana cuando al fin se metió a la cama a descansar.
Eran las 7 cuando lo despertaron los golpes en la puerta de su cuarto. Era Arturo quien ya estaba listo para salir al viaje planeado. A regañadientes apresuradamente, un baño y a vestirse. Le avisó a Arturo que no estaba en condición de manejar. Arturo, de buen humor lo comprendió y le dijo que el manejaría, y que tenían un invitado era el señor Tomas Moreno “El Sordo” (qepd). Cuando llegaron a recoger a Tomas, Gastón aprovechó la oportunidad para pasarse al asiento de atrás, con el fin de tratar de descansar durante una parte del viaje.
Me decía Gastón que no habían llegado a la salida de Ensenada, cuando Tomas le comento a Arturo, que él se sentía sumamente desvelado ya que “toda la noche un desgraciado se la paso llamando a mi teléfono preguntando por un tal “Rafael”. Gastón al oír esto fingió un profundo sueño.
A propósito mi número de teléfono era 61869 no el 71869 que el marcaba. Que pequeño es el mundo, sin duda… Yo sé que Gastón, donde esté, está con esa maravillosa sonrisa que nunca lo abandonó. ¡Salud Compadre!