En esta semana se dieron a conocer varias noticias interesantes que tienen que ver con nuestro propio proceso de aceptación de la sexualidad y su diversidad:
Un niño estadounidense rechazado durante un proceso de admisión en una escuela por venir de una familia homoparental masculina.
A una azafata transexual de Turkish Airlines se le negó su derecho de hacer prácticas necesarias para terminar una capacitación que le costó más de 4000 euros (alrededor de 70000 pesos), solo por su condición.
Una escultura inflable en Paris con forma a la vez de árbol de navidad y plug anal fue destruida por la ciudadanía francesa por considerarla ofensiva.
En nuestro país un grupo de padres de familia se manifestó en contra del contenido de salud sexual y reproductiva en los libros de texto por promover un derecho de privacidad e intimidad que temen los dejará de lado como figuras de autoridad paterna.
Todos estos sucesos, aunados con la negativa del obispado a la iniciativa del Papa a aceptar a familias homoparentales y de divorciados en la iglesia católica, hablan de lo mismo.
A pesar de los grandes esfuerzos y logros en investigación y la gran cantidad de información disponible prácticamente para quien desee encontrarla, seguimos lidiando con uno de los enemigos más grandes del progreso en materia de sexualidad y cualquier otro tema: el miedo a lo desconocido y a la falta de control.
Frente a esto podemos ver una luz en que la Real Academia de la Lengua ha aceptado recientemente las palabras “homoparental”, “feminicidio”, “amigovio” y otras dentro del campo de la sexualidad y otros. Podemos tomar este hecho como una pequeña ventana muy atrasada frente a las necesidades de nuestro lenguaje de adaptarse a las realidades que notoriamente vivimos día tras día en medio del miedo, la inseguridad y el desconocimiento que nos llevan a las mismas situaciones de siempre.
Uno de los valores más importantes de nuestra escala es la tolerancia. Una persona tolerante es capaz de aceptar sin molestias o nerviosismo las características de quien es diferente siempre y cuando no afecten su bienestar o le hagan un daño. Algo importante para lograrlo es desde luego tener conocimientos reales sobre estas diferencias entre las personas, la intención de comunicarnos lo mejor posible y la búsqueda del respeto y la armonía.
Se ha hablado mucho de que los hijos de las parejas homoparentales sufren traumas, pero si existen, estos no se deben a la condición de sus padres o madres, sino a las dificultades que estamos teniendo para procesar su existencia. Es decir, el “trauma” (a falta de otra palabra mejor) no viene de su estructura familiar, sino de una sociedad intolerante.
De la misma manera sucede con quien rechaza a una mujer que está intentando vivir de forma decente, pero no se le permite por una condición que no tiene nada que ver con su rendimiento laboral o su capacidad para atender a las personas. El género incide en muchas partes de nuestra vida, es cierto, pero la única manera para que incida en nuestro diario acontecer en el trabajo, es cuando por este motivo se nos discrimina.
En cuanto a los temores y dudas que surgen en los padres de la propuesta para los libros de texto en cuanto a contenido sexual, habría que entrar en el tema de manera más profunda que solo la tolerancia. Es entendible que se tema que algo se nos salga de las manos. Como educadora sexual, lo que puedo compartirles es que la mejor arma que tenemos para continuar teniendo el conocimiento de lo que los hijos hacen, es fomentando la apertura para que ellos lo hagan desde mucho antes del denominado “despertar sexual”, y sobre todo hacerlo con la congruencia y la valentía que implica hablar sobre nosotros. Uno de los motivos de mayor peso por los que nos cerramos a hablar sobre sexualidad y nos negamos tanto, es precisamente porque inminentemente implica hablar sobre nosotros. Si traspasamos esa vía, obviamente sin sobrepasar los límites que para nosotros sean viables sin coerción, no habrá nada qué temer. Esta apertura es justamente un manifiesto de la tolerancia que estamos cultivando frente a la diferencia y semejanza de nuestros hijos con nosotros. Cabe señalar que lo que se intenta con la educación de la sexualidad es precisamente prevenir aquellas situaciones de riesgo a las que más tememos como padres, maestros y sociedad en general.