Hasta ahora se han hecho muchos intentos por las vías preventiva, educativa y legal para intervenir en este fenómeno sin lograr erradicarlo. Esto en parte por las carencias del sistema de justicia de nuestro país, y por otro lado por la exposición constante a la violencia en la que estamos inmersos en donde perdemos proporción de lo que es y no es, y por tanto llegamos a reproducir este y otros tipos de violencia sin desearlo o estar conscientes de que lo hacemos.

En nuestro país, solo en el 2013 se estimaba que cada día morían siete mujeres a causa de la violencia de género. ONU-Mujeres señala que al menos un 4.4% de las muertes de mujeres en el país podrían ser feminicidios. Según el INEGI en 2011, el 63% de las mujeres de 15 años y más, han padecido algún incidente de violencia en algún momento de su vida.

En estas mismas cifras se señala que aproximadamente el 27% de las mexicanas han sufrido algún tipo de agresión por parte de sus parejas.

Por otra parte se ha señalado por parte de una experta de la Universidad Iberoamericana que alrededor del 70% de las personas en México han sufrido algún tipo de violencia al interior de la pareja a pesar de que en muchas ocasiones esta pasa inadvertida para quien la vive o está cerca de alguien que vive esta situación.

Imjuve ha informado que por lo menos 25% de las mujeres asesinadas de entre 14 y 25 años, lo fueron por sus parejas y eran novias que antepusieron nociones preconcebidas del amor romántico antes que su seguridad e integridad.

Particularmente en nuestra comunidad ensenadense, la violencia de género es una realidad. Tal vez diferente de aquella que viven las mujeres que a diario suben al metro o que viven en países con filosofías que incluyen una misoginia más descarada.

En mi caso, he tenido oportunidad de platicar con muchas personas adolescentes por el trabajo al que me dedico y constatar las formas en las que tanto hombres como mujeres perpetuamos este tipo de violencia. En parte es gracias a los estereotipos y creencias que heredamos de generación en generación sobre lo que son o deberían ser las relaciones de pareja.

Para erradicarla, tendríamos que sanar como personas y promover con el ejemplo a nuestros hijos y educandos una manera más sana de convivir, ya que entre las manifestaciones más constantes que he encontrado son los celos patológicos, la posesividad y diferentes creencias que a final de cuentas nos ponen a las mujeres en un lugar muy vulnerable.

Hay que puntualizar también que las mujeres no somos el único foco de la violencia de género. Cuando impedimos a un hombre o niño de expresar sus emociones, le obligamos a aguantarse el miedo y lo exponemos a situaciones de riesgo para que demuestre su virilidad, es también otra muestra de la llamada violencia de género.

Lo primero sería cuestionarnos en cuanto a lo que creemos que debemos de hacer o creer por ser hombres o mujeres que, además de absurdo, es dañino para nosotros y para las personas que amamos.