El pasado 2 de diciembre se dio a conocer en Reino Unido una lista de acciones que quedan prohibidas en el contenido pornográfico a partir de dicha fecha.
Las prohibiciones fueron calificadas por los usuarios como “arbitrarias”, pues de alguna manera imponen lo que es bueno y malo en el sexo, basándose en un criterio de lo que es “aceptable” según Audiovisual Media Services Regulations 2014. Curiosamente, estas prohibiciones incluyen varios actos que están asociados al placer sexual femenino. ¡Qué casualidad!
Las reacciones obviamente no se hicieron esperar, y dieron lugar desde a comentarios en redes sociales y foros de discusión, hasta una protesta donde alrededor de 500 personas se reunieron afuera del Parlamento Inglés a recrear una de las prohibiciones que usuarios y usuarias encontraron más arbitraria: el facesitting.
La organizadora de la protesta, Charlotte Rose declara que “lo que sucede entre dos adultos que dan su consentimiento no debería ser asunto de nadie más que de ellos y ellas, y que si alguien pide permiso para filmar y vender este material a otros adultos en el mismo marco de consentimiento, ¿por qué negárselo?”.
La protesta en si fue un evento que le dio visibilidad a esta curiosa prohibición, pero que sin embargo no pudo evitar desviar la atención de lo que es importante y de alguna manera trivializó el propósito.
Obviamente el argumento de la activista es válido en el sentido del consentimiento; este punto siempre será defendido. Sin embargo, una buena parte de la industria pornográfica se ha caracterizado por mezclar otros elementos que erosionan justamente esta parte tan importante del pleno ejercicio de la sexualidad y de hecho destruyen el consentimiento por parte de los y, sobre todo, de las participantes. Más que prohibir acciones dentro de las filmaciones, se debería prohibir el sometimiento de sus participantes fuera de ellas bajo cualquier fin y en todas partes, pues si se prohíbe algo en un lugar, la industria encontrará los recursos para filmar en otro.
Revisando la lista de prohibiciones, he encontrado que desde un criterio sexológico serio solo una o dos de ellas (aun con consentimiento) realmente ponen en peligro la integridad y la vida, y mal educan los gustos sexuales de las personas, que es una de las preocupaciones sobre las cuales se erigen. La conclusión es que efectivamente es más una prohibición moralista que una genuinamente preocupada por la seguridad. Desde luego, cada uno de nosotros puede decidir si estos actos van con nuestros valores o gustos independientemente de cualquier otro factor.
Entre las prohibiciones que provocaron más revuelo están las siguientes:
Facesitting: Práctica en la que la mujer se “sienta” (hinca alrededor, acomoda sin sentarse realmente) sobre la cara de su pareja para recibir sexo oral.
Spanking: Golpear con la mano u otro objeto los glúteos de la pareja con fines eróticos sin la intención hacerle daño.
Caning: Es lo mismo pero se hace con una especie de palo tarugo en la misma zona del cuerpo o en las manos en su forma más común, aunque también se da en los pies, hombros u otras partes.
Fisting: Acción de introducir el puño en la cavidad vaginal.
Urolagnia o urofilia: Práctica conocida también como “deportes acuáticos” que incluye la acción de orinar durante el acto sexual o tener interacción con la orina de la pareja.
Otras prohibiciones incluyen azotamientos agresivos, penetración con objetos “asociados con la violencia”, abuso físico y verbal (sin importar si es consensual o no), juego de roles como no-adultos, restricción física, humillación, eyaculación femenina y estrangulación.