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Sonidos del habla

Escuchamos pero no oímos

  
Nota publicada el 30 de enero de 2015
por Manuel Sánchez

Cualquier norteño podría identificar a un mexicano del distrito federal. Tanto ellos como nosotros nos señalamos de tener un “cantadito” que ninguno de los dos identifica. Hay en particular un sonido que parece tener una distribución norte/sur. Más allá de las quesadillas sin queso, esta característica logra dividir a estas dos áreas dialectales.

¿Ocho chimichangas de chicharron?

Debo de admitirlo, la primera vez que escuché la pregunta, no entendía ni identificaba qué es lo que el defeño buscaba. Uno no reconoce los sonidos que pronuncia ya que habituado a ellos, pero cuando se encuentra fuera de su comunidad, los rasgos sonoros son de las primeras cosas que saltan. El sonido que buscaban nuestros compatriotas era la “sha”. Ellos, usualmente pronuncian ese sonido con un pequeño bloqueo al inicio, algo parecido a “tsha”.

Sustituiré de ahora en adelante la “C” por la “S” para indicar que quiero resaltar ese sonido.

Dos ramas de la lingüística llamadas fonética y fonología son las encargadas de estudiar estos fenómenos acústicos. Éstas, dependiendo del objetivo de la investigación, asignan nombres a los sonidos a partir de los puntos en donde la lengua hace contacto. De esta manera, la “sha” se considera un sonido palatal fricativo, mientras que la “tsha” es africado. Es decir, uno hace fricción con el dorso de la lengua y el post-alveolo, mientras que el otro inicia con un bloqueo en esta misma zona, pero luego permite el flujo de aire produciendo la fricción. Existen instrumentos para medir estos sonidos e incluso métodos para que el hablante marque con tinta las zonas en donde se producen los contactos.

En específico, para las personas de la Baja California, parece ser más difícil identificar estos dos sonidos. Aquí, hay mucha mayor variación entre “sha” y “tsha” que la que hay para alguna persona de Sonora o el Distrito Federal. Nos es más indiferente escuchar una versión u otra, así como pronunciarla, y vaya que el mexicano promedio usa este sonido de manera indiscriminada en muchas situaciones.

En este caso, para el español en general se tiene registrado un solo “sonido”. Se manifiesta de distintas maneras y resulta significativo para ciertas personas de la misma comunidad de habla, pero la variación no cambia el significado de las palabras; por ejemplo, en el caso de decir “mutshatsho” o “mushasho”.

Hay sonidos aún más difíciles de identificar; nos pasan desapercibidos porque, o no cambian el significado de una palabra o no están asociados a alguna zona del país. Cuando decimos “dado”, la primera “d” es una obstrucción total del aire e inmediatamente después da paso a la vocal; mientras que la segunda, debido a que está entre vocales, se “fricativiza”, deja pasar el aire de manera más sencilla que la primera. Para nosotros da igual cómo se pronuncie, sigue siendo una “d”.

Pero hay casos extremísimos para el hispanohablante. En alemán, “osos” se escribe <bären> y se pronuncia [beeren], en donde las primeras “e” se realizan cerrado un poco la boca; por otro lado “bayas” se escribe <beeren> y se pronuncia… [beeren], con las primeras “e” pronunciadas de la manera en que estamos acostumbrados. Si, nuestra percepción está moldeada y cambiarla es difícil. En nuestra lengua, nosotros no diferenciamos entre la “e” que se pronuncia con la boca de una manera y la “e” común. Pero resulta crucial -y hasta obvio para los alemanes- identificar estos dos sonidos. Vaya, existe una diferencia entre “encontré una bayas” y “encontré unos osos”.

Manuel Sánchez. Licenciado en Sociología y Ciencias de la Comunicación UABC. Maestro en Lingüística por la UNISON. manuel.wortens@gmail.com.
 
 

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