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A tu espalda, amiga abeja.

Lengua y espacio

  
Nota publicada el 8 de mayo de 2015
por Manuel Sánchez

Las abejas son de los animales más trabajadores de la tierra. Por lo menos, ahí es en dónde las hemos catalogado. Tienen una organización impecable y son responsables de la gran polinización que hay entre los campos. No por nada resulta gravísimo el rápido descenso de su población: la ausencia de estos pequeños detendría el proceso que convierte la flor en fruto.

Las abejas, como otros animales en este planeta, tienen un sistema de comunicación. Mucho se ha debatido si es propiamente un lenguaje o si se encuentra en un nivel “inferior”. Lo cierto es que nosotros no podemos comunicarnos del todo con las abejas, aunque si podemos persuadirlas de realizar algunas acciones.

Aunque hay animales que nos dejan ver sistemas de comunicación más complejos que otros, son precisamente las abejas las que se “vuelan la barda”. Hace relativamente pocos años se descubrió que las abejas tenían una danza que les permitía comunicar con una gran precisión la ubicación de fuentes de comida. Al principio parecía esto increíble, y varios experimentos se llevaron a cabo para retar la capacidad comunicativa de las pequeñinas.

Uno de estos experimentos consistió en colocar un lugar con almíbar a unos cuantos cientos de metros lejos del panal. Después de que una abeja regresase a la colmena, se colocarían otros lugares con almíbar a menos metros de distancia que el primer lugar. Cuando el mensaje había sido enviado, las abejas viajaban irremediablemente al primer origen, aunque tuvieran puntos más cercanos. El mensaje era preciso.

Algunos investigadores podrían no sorprenderse mucho, principalmente los lingüistas. Hay una hipótesis que sugiere que todas nuestras oraciones –nuestra gramática en general, provienen de la necesidad primordial de orientarnos en el espacio. Los primeros mensajes que emitió el ser humano tuvieron que ver con ubicar algo en algún lugar; con decirle a alguien que estaba en algún lugar; que fuera a un lugar, que se moviera o que se quedara quieto. Esto, por supuesto, es sólo una hipótesis, por cierto, muy temeraria. Actualmente nadie se atrevería a sostener que TODAS nuestras oraciones tienen ese origen común, principalmente porque es difícil conseguir TODAS las pruebas.

Sin embargo, hay investigadores que han insistido en encontrar algunas pruebas para defender parcialmente esta hipótesis. Uno de estos investigadores es Bernd Heine quien tiene varios trabajos en donde plantea que existen ciertas estructuras básicas de donde proviene nuestro lenguaje.

Por ejemplo, en español contamos con conceptos como ARRIBA, ABAJO, ENFRENTE Y ATRÁS. Este tipo de direcciones forman parte de un marco de referencia llamado relativo o, para otros investigadores, deíctico. La ventaja con estas palabras es que podemos utilizarlas tanto para una persona, como “la mosca está ARRIBA de Juan”, así también para objetos: “el perro está ARRIBA del carro”.

Estas palabras en particular provienen de un sistema mucho más concreto. En un estudio de 125 lenguas africanas sumado otro estudio de 105 lenguas oceánicas se pudo determinar que la mayoría de estos puntos de referencia en el espacio provienen de partes del cuerpo.

Lo que parece suceder es que primero se refieren a alguna parte del cuerpo, luego usamos esa parte del cuerpo para señalar la zona del cuerpo y un poco el espacio adyacente. Después, ya no hablamos de la parte del cuerpo, sino sólo del espacio a un lado de ella. Finalmente, en un último momento de “evolución”, es sólo el espacio el que importa.

Esto lo podemos ver también en español, como cuando decimos que en una carrera, alguien va “a la cabeza”; o podemos decir que “a espalda del Riviera está correos” cuando sabemos muy bien que un edificio no tiene realmente “espalda”, concepto fundamentalmente humano/animado. Y es que en principio, como lo hemos visto en otros casos, la conceptualización tiende a ser antropocéntrica: los seres humanos somos el centro del universo… o eso nos gustaría pensar.

Para suavizar un poco esa regla antropomórfica, resulta que en algunas lenguas del mundo se utilizan partes de cuerpo de los animales para nombrar estas zonas del espacio. Por ejemplo, si bien se encontró que “espalda” es la palabra origen preferida para decir “atrás” en las lenguas africanas y oceánicas, también se encontró que podía significar “arriba”. Lo que pasa es que la espalda de un animal (pensando en uno de cuatro patas) apunta hacia ese espacio.

Pero no sólo las partes del cuerpo nos proveen de modelos. En algunos casos se utilizaron referentes del contexto natural. Uno pensaría que para decir “abajo”, lo más natural sería que “pies” fuera el concepto clave, pero no así; en su lugar, fue “tierra” o “suelo” el concepto preferido en la investigación de estas lenguas oceánicas y africanas. Con ello, los investigadores pudieron dar cuenta de que nuestro sistema no es sólo antropomórfico: usamos otros criterios para orientarnos en el espacio, a veces no tan universales en realidad ya que las marcas geográficas varían de zona a zona.

Hay un concepto que no está incluido en esa lista principal: son IZQUIERDA y DERECHA. No porque fueran irrelevantes, pero parecen ser conceptos más escurridizos que los anteriores, por lo tanto es más difícil crear comparaciones entre lenguas. No obstante, hay varias constantes. Otra investigación que menciona Bernd Heine en su trabajo “Cognitive Foundations of Grammar” es la doctora Alice Wener, quien investigó estos conceptos en las lenguas Bantu en África.

La doctora descubrió que para mano DERECHA se tiende a usar la misma forma que se utilizaba para expresar “mano usada para comer”, “mano del varón”, “mano fuerte”, “gran mano” o simplemente “la mano”. Mientras que la IZQUIERDA apunta a conceptos más opacos, aunque relacionados con “mano femenina” o alguna expresión denotando inferioridad. Por demás, controversial.

Una primera exploración sobre las partes del cuerpo en kumiai, lengua yumana de Baja California, ha sido presentada por la maestra Ana Daniela Leyva, investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia. En estos momentos tiene una investigación en curso, de la cual ha mostrado resultados preliminares, no hace mucho tiempo. Será sólo cuestión de tiempo para integrar el conocimiento de lenguas yumanas con estos trabajos “trans-lingüísticos”, y confirmar si también en esta zona del planeta las partes del cuerpo resultaron fundamentales para la orientación en el espacio.

Lamentablemente, no podríamos aplicar el mismo ejercicio con las abejas.

Manuel Sánchez. Licenciado en Sociología y Ciencias de la Comunicación UABC. Maestro en Lingüística por la UNISON. manuel.wortens@gmail.com.
 
 

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