¿El cuerpo es inteligente? Para acercarnos a la respuesta, pensaremos en el modelo de inteligencias múltiples de Howard Gardner, quien entre otras cosas, menciona que la inteligencia va más allá de las capacidades de razonamiento o de sacar buenas calificaciones en la escuela como intentan hacernos creer. Se refiere a la capacidad de resolver problemas, entender, comprender y actuar. Esto aplicado a la parte de estar en contacto con el mundo a través del cuerpo y sus capacidades, es la inteligencia corporal.
Gardner diría además que es la capacidad de unir el cuerpo con la mente para perfeccionar el desempeño físico, comenzando con el control de los movimientos automáticos y voluntarios para que el cuerpo sea competente y se cultiven las habilidades físicas.
En nuestra sociedad, a las habilidades físicas no se les da la misma importancia que a las cognitivas. Tal es así que en las escuelas la educación física y artística (y la estimulación sensoriomotriz en general) suele figurar como una especie de relleno, lo cual resulta en el desconocimiento de nuestras propias capacidades físicas tanto de musculatura gruesa (que se usa para el deporte y la danza) como de la fina (que se usa para los trabajos manuales).
A esto hay que agregar que se nos enseña desde muy temprano en la infancia que el juego no tiene una importancia vital (lo cual está comprobado que no es así) y que lo primero que debe estar cubierto son todos los deberes y a partir de esto se nos condiciona nuestra expresión corporal y artística.
Si llevamos esto al terreno de la sexualidad, tiene lógica que en nuestra educación sea constante la idea de que nuestro cuerpo está al final de todo lo que importa y esto repercuta en un detrimento no solo de nuestra inteligencia corporal, sino de nuestra autoimagen y autoestima. Esto tiene como consecuencia que constantemente estemos buscando defectos en nuestro cuerpo y en el de las otras personas que quizás no existen o que estamos sobre-valorando, y por tanto a no disfrutar de lo que hay.
Antes de hablar de la naturaleza de cualquier práctica sexual, de la asombrosa tecnología que hace que hoy en día los smartphones se puedan sincronizar con los juguetes sexuales, entre otras cosas, regresemos a lo más básico de la sexualidad y la vida: somos cuerpo.
Si reflexionamos sobre esas dos aparentemente sencillas palabras, caeremos en cuenta que usualmente no pensamos en nuestra identidad corporal y sexual (a menos que sea disidente) al momento de que se nos pregunta “¿quién eres?”.
Hablamos de nuestro trabajo, familia y otras ocupaciones, pero poco reconocemos esa cotidianeidad de ser un cuerpo lleno de características, necesidades y deseos que van más allá del pensamiento (proceso cognitivo) “quiero esto o aquello”.
Dicho esto, podemos empezar otros enriquecimientos sexuales desde la sencilla y muy consciente aseveración “soy cuerpo”, antes incluso de cultivar las habilidades descritas arriba. Personalmente no diría “soy MI cuerpo” porque me parece hasta redundante, pero ese es mi punto de vista.
Cuando “soy cuerpo” puedo darme cuenta de aquello que realmente soy en mi sexualidad y en mi vida cotidiana, pues me hago consciente de las malas posturas, alimentación, grado de hidratación, de somnolencia o sedentarismo que me fuerzo a aguantar con tal de alcanzar otros objetivos, y cómo esto afecta mi vida sexual.
“Darle al cuerpo lo que pida” no es solo un chiste, sino un acto de amor y responsabilidad hacia nosotros mismos, en especial si lo hacemos bien: en el momento y cantidad adecuados, y sobre todo en pro de nuestra armonía y autocuidado.
A partir de ahí, podremos hablar de la masturbación, las relaciones sexuales en sus diferentes presentaciones, las caricias, los besos, etc., como una parte de la expresión de este cuerpo que somos y de su infinita inteligencia.