La semana pasada se dio a conocer la noticia de que el presidente saliente de Nigeria, Jonathan Goodluck, aprobó una ley que tipifica como delito a la mutilación genital femenina en ese país, mismo que merecerá una pena máxima de 4 años de prisión y una multa de mil dólares.
Dicha práctica consiste en la alteración y/o extracción total o parcial de los órganos sexuales pélvicos externos de las niñas a edades tempranas por razones no médicas. Además de esta práctica, la nueva legislación también prohíbe la expulsión del hogar y el abandono de las mujeres e hijos/as que dependen económicamente, entre otras formas de violencia de género.
Este es un avance logrado tras años de lucha por parte de organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud bajo el argumento de que es una violación de los derechos humanos de niñas y mujeres, ya que entre otros detalles, esto sucede sin el consentimiento de las niñas a las que se les hace el procedimiento.
Recordemos además que gracias a la mutilación genital para el año 2013 se estimaba que más de 125 millones de niñas y mujeres en 29 países africanos (en Nigeria actualmente se estima que son 20 millones) habían sufrido las consecuencias de esta práctica que incluyen, entre otras, infertilidad, infecciones crónicas de diferentes clases por las condiciones insalubres con las que se lleva a cabo, pérdida del placer sexual y muerte. Aun así, su eliminación aun representa un reto por ser una práctica socialmente arraigada de tal forma que en Egipto está prohibida desde 2008 y aun el 92% de las mujeres egipcias son sometidas a este procedimiento.
Las razones de tal arraigo cultural son similares en diferentes países, y entre otras cosas estriban en que sirve como rito de iniciación para preparar a la niña para la edad adulta y el matrimonio, ayuda a controlar el apetito sexual. Además se hace por razones estéticas, pues se cree que los órganos sexuales pélvicos femeninos son sucios y antiestéticos (de hecho existen mujeres que no pasaron por el procedimiento y se sienten mal por eso). A pesar de los problemas antes mencionados, se cree que aumenta la fertilidad y que el parto es más seguro después de la mutilación. Según la mitad de una muestra de mujeres egipcias encuestadas que son madres de niñas, se piensa (erróneamente) que la mutilación genital femenina es una práctica religiosa (tanto para musulmanes como para cristianos) y que debería continuar.
Adriana Kaplan, antropóloga experta en mutilación genital, advierte que: “Una ley jamás va a cambiar una realidad. Una ley te da un marco jurídico a partir del cual trabajar. Es un tema fundamentalmente de educación en valores y derechos humanos”.
Aunque se trata de un avance que se ha calificado como histórico por parte de diferentes organismos y medios noticiosos, efectivamente queda mucho por hacer, empezando por la creencia de que si es parte de la cultura, no hay que cuestionarlo porque no va a cambiar y para ellos está bien.
Pensemos en diferentes países y costumbres: la fractura de los pies, el alargamiento del cuello, el adelgazamiento y la engorda forzados, la mutilación de diferentes partes del cuerpo, el uso de tacones insanamente altos. Todas son costumbres por razones estéticas en sus respectivas culturas. ¿Son saludables?
Las primeras cosas son las leyes bien aplicadas y la reeducación, ambas son pasos importantes. Lo que debería de ser más constante es el cuestionamiento: ¿Qué estamos haciendo que no es saludable para nosotros? La respuesta en México es bastante larga.