El placer es una sensación o serie de sensaciones y/o sentimientos agradables que nos pueden traer desde tranquilidad y relajación hasta euforia y percepción positiva de aquello que nos rodea.
Usualmente el placer se da de forma natural cuando se satisface plenamente una necesidad del organismo, ya sea la bebida cuando tenemos sed, la comida cuando tenemos hambre, el descanso cuando tenemos sueño, la diversión cuando sentimos aburrimiento o saturación por nuestras actividades cotidianas, el conocimiento y cultura cuando necesitamos saciar nuestra curiosidad, y la creatividad para el desarrollo del espíritu, entre otras.
En pocas palabras, el placer es una forma que nos ha dado la naturaleza de reforzar el cumplimiento de nuestras necesidades, y esto tiene una base neurobiológica.
Con el tiempo, las sociedades han venido trabajando por medio de la regulación religiosa, ética y otras, que el cumplimiento de esas necesidades se haga solo bajo ciertas circunstancias, habiendo “buenos y malos modales”, “lugares para hacer tal o cual cosa”, etc., y que a veces funciona de forma más represiva que auto-reguladora. Lo que no tomamos en cuenta es que el cerebro por naturaleza es plástico, es decir, se puede adaptar a recibir y generar lo que necesita por medio de lo que tiene al alcance más cercano.
Por ejemplo, los núcleos y neurotransmisores que sintetizan la experiencia del amor son los mismos que sustentan la adicción a las drogas como la cocaína, las anfetaminas y la morfina. Además, los síntomas del síndrome de abstinencia de consumo de drogas y los que se generan cuando se termina una relación de pareja, son muy parecidos. Visto así, ¿parece casualidad que en el momento en el que tenemos una aparente libertad de hacer tantas cosas, estemos en pleno apogeo de tantas situaciones violentas que equiparan las sensaciones de las que venimos huyendo por condicionamiento social?
Si regresamos a los tipos de placer y hablamos al placer sexual en particular, veremos que es aquel que se experimenta al darle participación a nuestras sensaciones corporales venidas de nuestros sentidos (vista, oído, olfato, tacto y gusto) en el mejoramiento de nuestra salud y bienestar sexual. Esto no se reduce solo al acto coital, sino también a todo aquello que promueve que nos sintamos plenos como seres sexuales, con nuestra autoimagen y autoestima en un balance saludable.
Ahora, si nos centramos en el acto coital, es de vital necesidad que atendamos a nuestra propia manera de llegar al placer sexual, ya que los recetarios sexuales frecuentemente nos hablan de “la postura con la que lo volverás loco”, “el juguete sexual de última tecnología”, entre otras cosas que por momentos terminan siendo sensacionalistas y comercializadoras, alejándonos de nuestras propias necesidades y deseos. Algo parecido a lo que sucede con nuestra necesidad de alimento y los anuncios de comida que sabemos que no nos hacen bien pero se ven tan deliciosos y antidietéticos porque tienen un buen comercial.
¿Qué me gusta? ¿Qué me hace bien? Esto independientemente de lo que diga la sociedad. Si al final de nuestro análisis lo descubierto no coincide con lo que hemos escuchado o vivido en nuestras relaciones de pareja, y por esto llega a provocarnos cierta ansiedad o sensación de rareza, basta con preguntarnos si esto causa daños a nosotros o a terceros. Si la respuesta es negativa, no hay impedimento para satisfacer nuestra necesidad de placer sexual.