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Una vista a la violencia hacia la mujer

En serio… hablemos de sexo en contexto

  
Nota publicada el 15 de julio de 2015
por Rocío Linares

Hace unos días se ha vuelto viral el video que filmó una mujer irlandesa de 26 años donde relata la historia de su propia relación. Desde luego, la violencia a la mujer no es exclusiva de ningún país o contexto social, ni ser profesionistas nos libera de la posibilidad de vivirla. La historia de ella es la que muchas mujeres repiten en su propio pedacito de mundo.

Cuando hablamos de sexualidad femenina en la actualidad, hablamos de empoderamiento, lucha, aceptación del propio cuerpo, sus procesos y formas, masturbación, etc. Todo eso está muy bien. Es algo que hace 30 años no se hablaba o se hacía muy poco. Prácticamente en una generación se han multiplicado viralmente los contenidos sobre la sexualidad de la mujer y accesos para que nosotras podamos llegar a ser dueñas de nuestra sexualidad.

Sin embargo, no deja de ser importante que hablemos en perspectiva sobre el origen de tanto hablar sobre estas cosas y tanto crear campañas, marchas, hashtags y demás elementos de visibilización de las causas de la búsqueda de la sexualidad femenina en todas sus formas de expresión.

Viendo estadísticas del Estado de México en comparación con el resto del país en lo relativo a la violencia de género, se vuelve vital que dimensionemos la situación y cómo se extrapola a otros estados y lugares.

Básicamente más de la mitad de las mujeres hemos sufrido algún tipo de violencia en nuestras relaciones de pareja o por parte de alguna persona cercana de forma directa. Si no lo puedes dimensionar, trata de mirar a la mujer, niña o bebita que tengas más cerca y toma una moneda. Lanza la moneda al aire pensando que esas son las posibilidades de que ella sufra algún tipo violencia durante su vida. Entre más cercana sea a ti, más probable es que te asustes del proceso o el resultado.

La forma más visible de esto es que el 16.2% de las mujeres casadas o unidas en México han sufrido agresiones de extrema gravedad, y desde luego esto afecta el entorno de otras personas que atestiguan el hecho: hijos e hijas que aprenden cuál es su papel en esto, padres y amigos de ambos miembros de la pareja que tienen un campo de acción limitado para intervenir, una comunidad económica que pierde cada vez que se hospitaliza a una trabajadora por los golpes propinados por la pareja, etc.

La situación se vuelve más aterradora cuando hablamos de violencia psicológica o emocional, que son esas formas insidiosas de control y aislamiento que se ejercen sobre la mujer, tratando (a veces de forma inconsciente) de intimidarla y limitarla en su existencia para que sea solo a la conveniencia de la pareja, los hijos u otro propósito que no sea su propio bienestar. Acá la cifra se trata de que 9 de cada 10 mujeres hemos sufrido este tipo de violencia. Esto es, prácticamente todas vivimos o hemos tenido que superar que alguien cuestione o merme nuestra existencia desde nuestras propias emociones o pensamientos.

Entre otras cosas, se estima que las consecuencias que esto trae a la vida de las mujeres son las siguientes: depresión, ansiedad, ideación e intento suicida, entre otras. Lo más triste del asunto es que seguimos dando en soluciones simplistas como “pues que lo deje” o “si está así es porque ella quiere”. Hasta ahora se ha discutido poco sobre la tipificación del suicidio femenino por razón de violencia de pareja como una especie de feminicidio indirecto. Si no se ha logrado darle nombre al feminicidio más crudo, estamos lejos aún de que esto suceda legalmente, aunque sabemos que las cosas son así.

Mientras tanto, los estereotipos y roles de género siguen reforzando conductas que construyen tanto a agresores como a agredidas. Si a esto le agregamos la agresión comunitaria que impide que nos dejemos en paz mutuamente cuando vamos por la calle, que las autoridades correspondientes hagan caso de intervenir en lo que les toca de forma correcta y no minimizando o tapando la situación, que se deje de invertir en lo que sostiene negocios como la trata de personas, que veamos la violencia como lo que es, es otra historia mayor.

Mientras hablamos del mejor vibrador, el mejor sexo oral o de la herramienta más perfecta de defensa personal para nosotras, también podemos ver de dónde vienen estas cifras en nosotros mismos ya que el sistema grande difícilmente cambiará. Las marchas y campañas son un principio excelente, pero dura unas pocas horas. Reaprender a ver y cambiar la violencia que cotidianamente vivimos y hacemos es un trabajo de años. Si no has empezado, cualquier día es el mejor día.

Rocío Linares. Licenciada en Psicología UABC. Maestra en Sexología Educativa, Sensibilización y Manejo de Grupos IMESEX. rociolj84@gmail.com
 
 

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