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Anorgasmia femenina

En serio… hablemos de sexo con mujeres

  
Nota publicada el 12 de agosto de 2015
por Rocío Linares

En las últimas semanas hemos estado hablando de algunas de las disfunciones que pueden aquejar al varón y/o a su pareja. Hoy nos avocaremos a una muy común que es, tristemente, protagonista de la vida sexual de muchas mujeres.

Durante la segunda mitad del siglo pasado, cuando estudiosos como Kinsey, Masters y Johnson, Money y otros empezaban a explorar y tratar los problemas sexuales de las parejas, se dieron cuenta de que quienes presentaban mayor número de disfunciones sexuales eran las mujeres, y en general era la ausencia de orgasmo la que más se veía en consulta en aquel entonces.

La anorgasmia femenina fue conocida durante gran parte del siglo pasado como “frigidez”, lo cual ahora es conocidamente erróneo y es un término que puede tomarse como peyorativo por no ser descriptivo y, al contrario de ayudar, solo mete a la mujer en una nula descripción de lo que le pasa.

La anorgasmia femenina, al igual que otras disfunciones de las que hemos hablado, puede deberse a diferentes factores que pueden ir combinados o no: enfermedades como la diabetes, el estrés, el miedo al desempeño sexual, los pensamientos negativos acerca del sexo y la cultura machista que en sus versiones más tradicionales intentan desaparecer la sexualidad femenina, suelen ser las razones principales de este fenómeno.

A esto, desde luego, se le agrega la falta de aceptación del propio cuerpo y sus funciones, así como de las formas de amarlo y estimularlo en solitario para poder enseñarle al compañero o compañera sexual cómo hacerlo correctamente.

Esto último casi siempre es producto de una enseñanza que aunque no siempre se dice como tal en casa, impide que las niñas exploren y conozcan su cuerpo con naturalidad desde que son pequeñas. Así, frecuentemente esperamos que el/la compañero/a sexual sea quien nos enseñe a sentir, cuando en realidad cada mujer es distinta como un planeta de otro.

Si bien es cierto que podemos encontrar series de ejercicios individuales o de pareja para tratar la disfunción, como por ejemplo los ejercicios diseñados por Arnold Kegel, es bien importante que se procesen en tratamiento psicológico, preferentemente sexológico, las ansiedades sexuales que la mujer esté teniendo: no importa cuántas contracciones pélvicas hagamos si estamos viviendo con una pareja a la que tememos o a la que ya no amamos, ni sanaremos una historia dolorosa de cualquier clase.

A lo que quiero llegar además, es a que en últimos años se le ha hecho mucha publicidad a geles estimulantes de la vulva y cada vez es más natural hablar de juguetes sexuales que hacen mil maravillas. Todos ellos son productos increíbles del ingenio de sus creadores y creadoras. Sin embargo, ningún juguete sexual por bueno y caro que sea, va a resolver mágicamente una historia de tabúes en la propia sexualidad, si bien son un magnífico principio y/o apoyo para quien funciona así.

Respecto a la pareja, si existe, es bien importante que no ejerza presión sobre la mujer que está pasando por esta disfunción sexual, tenga mucha paciencia y cuidado al tratar el tema, ya que un mal comentario o movimiento puede además propiciar que la mujer entre en apatía sexual y dejar de intentar la estimulación por un tiempo indeterminado, y esto a su vez, desatar otros problemas al interior de la relación de pareja.

Rocío Linares. Licenciada en Psicología UABC. Maestra en Sexología Educativa, Sensibilización y Manejo de Grupos IMESEX. rociolj84@gmail.com
 
 

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