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Origen del lenguaje

El experimento de Psamético I

  
Nota publicada el 21 de agosto de 2015
por Manuel Sánchez

En el año de 1879, Florentino Ameghino declaró que los huesos más antiguos del Homo Sapiens se encontraban en Argentina, en donde la raza humana debió de haber iniciado su migración planetaria. No por nada la declaración tuvo resistencias, hasta que en 1907 se demuestra su falsedad —y con ello, el montaje necesario para decir semejante cosa. Ahora, la sugerencia de Ameghino y la discusión contra ella pueden deberse no sólo a un interés científico por buscar la Verdad sino a una pelea por la hegemonía.

¿Quiénes fueron los primeros? ¿En dónde? La respuesta a esas preguntas no sólo tiene implicaciones científicas, sino políticas y culturales. Si el origen no es el Viejo Mundo… ¿eso no le resta predominancia cultural?

En la misma línea, responder al origen del universo, de nuestro planeta, y de las especies, se convierten en misiones casi imposibles pero deseables. Tanto para quien lo logre, como para quien apunte al origen. El primero siempre será recordado por eso, y se le otorgará un prestigio que puede ser convertido en poder.

Y sobre este tema, la pregunta no se hace esperar: ¿de dónde surgió el lenguaje? ¿existió una “primera” lengua? ¿cómo fue?

El debate es amplio, y lo iré tratando poco a poco en otras entradas. Por lo pronto, dejaré aquí uno de los primeros experimentos para alcanzar a responder esas preguntas. Cuenta la historia que bajo esta misma premisa de verdad, prestigio y poder —no estoy seguro del orden—, ya se buscaba en la antigüedad el origen de la lengua primigenia.

Por allá de los años 400 A.E. vivió Heródoto, historiador y geógrafo griego quien documentó por parte de sacerdotes de Hefesto, en Menfis, el curioso experimento de un rey egipcio que había vivido por lo menos doscientos años antes que él.

Psamético I vivió entre los años 663-525 A.E. Fue el emperador del fragmentado territorio egipcio durante el periodo tardío. Los egipcios habían creído durante mucho tiempo que eran ellos los primeros habitantes del mundo hasta la llegada de los Frigios. Su lengua debía ser la más antigua.

Para descartar cualquier duda, al faraón se le ocurrió un experimento: tomó dos niños recién nacidos y los envió con un pastor, lejos de la civilización. Ordenó que fueran colocados en una choza aislada, a donde el pastor debía llevar una cabra para que de ella se alimentaran los niños. No debía procurarles ningún cuidado, más que el alimento y el silencio. A los dos años de este experimento, un día, el pastor abrió la puerta y las dos creaturas fueron corriendo hacia él gritando la palabra becos. Al principio, el pastor ignoró la palabra, pero debido a la insistencia de los niños, decidió comentarle al faraón. Psamético I no espero más y fue por “los pelos de la burra”. Para él, ese primer vocablo debía ser parte de la lengua primigenia. Al escuchar aquella palabra y no encontrarle significado, buscó en otras fuentes y encontró que en Frigio, esa era la manera de nombrar el pan. Ni modo… los Frigios llegaron primero.

En realidad hay muchas otras explicaciones de porqué estos niños aprendieron primero esa palabra. Otros experimentos se llevaron a cabo, como el que también relata Heródoto al final de su intervención, diciendo que este faraón, en otra ocasión, mandó cortar la lengua a ciertas mujeres. Luego les ordenó que cuidaran de dos recién nacidos. De esa manera se cercioraría de la pureza del experimento.

Nadie sabe el desenlace de este otro experimento... y la respuesta de aquella pregunta aun sigue perdida en el tiempo.

Si quieres leer el relato directamente de Heródoto, puedes ir a este libro en PDF de las páginas 4 a 7.

Manuel Sánchez. Licenciado en Sociología y Ciencias de la Comunicación UABC. Maestro en Lingüística por la UNISON. manuel.wortens@gmail.com.
 
 

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