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La Fidelidad

En serio… hablemos de sexo

  
Nota publicada el 7 de febrero de 2018
por Rocío Linares

Entre las cosas que la propiedad privada vino a cambiar inevitablemente en el mundo, están varios factores que hoy por hoy están vivos en la sexualidad como parte de lo que presenciamos o hacemos todos los días.

Parte de esto son las ideas de “familia” y más puntualmente de “pareja”, donde lo que mayoritariamente se acepta, es el contrato de “fidelidad”, aunque esta idea también ha cambiado y se ha desarrollado desde sus orígenes hasta nuestros días.

Al principio, cuando apenas el sedentarismo y la propiedad privada de la tierra y el agua empezaron a ser parte vital de la vida del hombre (como género y especie), la fidelidad era un factor de protección de esta propiedad y estaba pensada para la mujer más que para el hombre. ¿De qué otra forma podía garantizar el hombre que los hijos que estaba criando y a quienes eventualmente heredaría sus propiedades eran suyos?

Es aquí también donde adquiere importancia social el himen femenino y con ello el concepto de virginidad que aunque en nuestra cultura mayoritaria se ha venido relajando progresivamente, aun existen lugares dentro y fuera del país en los que este elemento es vital para el “valor” de las mujeres en lo que a las pretensiones casaderas se trata. Cada sociedad evoluciona de distintas formas y desde luego en cada lugar y momento se le han venido agregando significados a esta parte de la sexualidad femenina.

Desde este principio en el que la mujer debía jurar y probar ser virgen y capaz de ser fiel hasta nuestros días, ha habido pocos pero importantes cambios: a partir de diversos movimientos sociales alrededor del mundo, la fidelidad ya no es exclusiva de ellas, y además tiene diferentes formas de ejercerse a partir de que existen otras formas de vincularnos dentro y fuera de la relación matrimonial cuando no estable y monógama.

Uno de los principales es el romanticismo, que tuvo sus orígenes en la época del mismo nombre y que es esta tendencia al adorno emotivo y hasta sideral de las relaciones de pareja en el que ya no únicamente compartimos tareas y bienes, sino también es un pacto que hacemos porque nos amamos. Esto no siempre fue así, es de relativamente nueva invención si lo comparamos con la cantidad de tiempo en el que esto fue solo mercantil. A partir de entonces es que prometemos amor, fidelidad y otras cosas a veces sin pensarlo mucho hasta que verdaderamente nos preguntamos si podemos sostener por siempre lo que podemos llegar a sentir que tiene caducidad.

¿La fidelidad es natural?

Para nuestra especie y otras tantas variedades de mamíferos y primates, la fidelidad no es una tendencia natural. Sin embargo, en algunas sociedades que incluyen la nuestra, este es un acuerdo de exclusividad en diferentes áreas de la pareja al que se puede llegar sin que necesariamente tenga que permanecer, si bien es visto mayoritariamente así.

Podemos pensar en la exclusividad sexual como un elemento importante, dado que ese fue su origen. Bajo esta premisa nos comprometemos a compartir nuestro cuerpo únicamente con la persona a quien se lo prometimos por amor o cualquier otra razón. Otra exclusividad que se demanda usualmente es la emocional, en donde sin saber lo que pasará mañana prometemos amar por siempre. Además esto, aunque usualmente no se platica previamente en pareja, eventualmente se comparte un grado de exclusividad económica en el que compartimos gastos y proyectos económicos en los que solo participan los miembros de la pareja y de cierta manera limitan las posibilidades de tener otros independientemente del estado de la economía del país que es otro agravante.

Si a esto le agregamos que existen acuerdos individuales de intensidad, duración, permisividad o cualquier otro elemento, podemos pensar que no hay una sola idea de lo que es la fidelidad y de lo que pasaría si en determinado momento esta se rompe, si bien existen algunas cosas que pudieran parecer lógicas.

Mario Zumaya, un psicoterapeuta especialista de estos temas, menciona que la fidelidad en cualquiera de sus formas se rompe en bastante más de la mitad de las parejas, y sobre todo en momentos claves de la relación que suelen ser muy puntuales, tales como la llegada o la partida de los hijos, entre otros. Las consecuencias para la ruptura de cualquiera de estos acuerdos son distintas para cada pareja también, y cabe mencionar que aunque pensemos que pudiera ser imperdonable, existen muchísimas circunstancias en las que las personas omiten o perdonan, y para esto es necesario decir que para cada persona tiene distinto significado.

Por último es importante recordar que la fidelidad vista como algún tipo de exclusividad no es apropiada para todas las personas, al igual que cualquier modo de vida, y de la misma forma no es el único pilar en el que las relaciones de pareja se sostienen. Todo esto es parte de la inmensa diversidad de formas en las que la sexualidad puede ser vivida y ejercida, sin que necesariamente una manera sea mejor que otra.

Rocío Linares. Licenciada en Psicología UABC. Maestra en Sexología Educativa, Sensibilización y Manejo de Grupos IMESEX. rociolj84@gmail.com
 
 

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