Recientemente en Ensenada y otras partes del planeta se han multiplicado los avances en materia de derechos de la denominada Diversidad Sexual: aquí habrá matrimonios igualitarios y recientemente un hombre transexual logró hacer su cambio legal de identidad, lo cual es un primer paso para que pueda tener acceso a otras cosas que las personas heterosexuales y cisgénero (es decir, que tienen alineada su identidad de género con su sexo de nacimiento) tienen por sentado. Para eso se está trabajando también en un reglamento contra la discriminación en diferentes ámbitos.

Pudiéramos decir que estos progresos son grandiosos y sin embargo no puedo ignorar tanta pasión con la que las personas han reaccionado ante estas noticias, algunas en apoyo y otras en desacuerdo.

Andando por la vida encontré un librito escrito por Anabel Ochoa, sexóloga española que ya murió, titulado “El universo de la sexualidad: Amor, infidelidad, celos, placer, salud y otros 21 temas”, entre los cuales habla con su particular tono desenfadado y acertadísimo sobre la diversidad sexual. Tan atinada me parece su aportación que no la voy a parafrasear, solo la citaré textualmente:

“Que la sexualidad humana sea diversa no es un escándalo, es lógico. Pero protestamos y nos intimida pensar que hay algo diferente y queremos negarlo, preferimos ser borregos de manada para estar tranquilos. Ni siquiera funciona. No tranquiliza, es mentira y es injusto.

¿Qué es lo diverso?

‘Diversidad’ es una palabra que implica riqueza, nunca miedo o límites. ‘Diversidad’ es abundancia de cosas distintas, y esto nunca fue una amenaza para lo humano que evoluciona en la variedad de las especies. De hecho en el presente nos hablan con asombro ecológico de conservar la diversidad botánica del Amazonas bajo peligro de que desaparezca lo diverso y quedemos uniformados, pobres en cuatro variedades simples. Lo mismo con los animales y se protege a los que corren peligro de extinguirse, por diversos precisamente. En el mercado de cualquier tipo buscas diversidad de ofertas: de frutas, de inversiones, de estudios, de trabajo, de marcas y opciones porque gracias a ello te sientes más libre de poder elegir personalmente entre lo diverso y no tener que conformarte con lo único establecido.

Curiosamente, la clonación de los seres humanos se condena porque repite a los sujetos y evita lo diverso. De hecho la propia sexualidad humana busca mezclar genes de distintos clanes, diversos, evitando el incesto y la endogamia para mejorar la raza y no acabar todos tarados al no diversificar las sangres. Es decir que, definitivamente, el concepto de ‘diversidad’ en cualquier ámbito es virtud y no defecto, es una oferta de libertad para escoger, de abundancia y tesoro que permite el ejercicio de discriminar en tus opciones y entierra para siempre aquel concepto uniforme de la China de Mao que intentó convertir a todos los humanos en lo mismo, vestidos y repartidos equitativamente sin permitir que lo personal aflore. Por tanto, sería más que lógico que en estos momentos la ‘diversidad sexual’ fuera algo a presumir como riqueza de la variedad humana. Y sin embargo resultamos contradictorios y, en el caso del sexo, intolerantes y absurdos, negamos y prohibimos lo diverso. La jungla sí, nosotros no ¿de qué se trata este entuerto?

Historia de lo diverso

Si los humanos somos gloriosamente diversos en nuestros pensamientos, acciones, opiniones, decisiones, personalidades y comportamientos, ¿cómo no íbamos a serlo en lo sexual? Pensar lo contrario sería bastante simple y equivocado. La diversidad sexual ha existido desde el principio de los tiempos, no es un invento ni degeneración de los llamados ‘valores’ del presente. En cada época la sociedad fue absorbiendo las variables de lo diverso con mayor o menor éxito, con persecución, adoración, lapidación o incluso endiosamiento. Los griegos cultos y varones de edad tenían efebos (jóvenes alumnos bellos) siendo prestigiosamente bisexuales ambos en su medio. Las mujeres del harén polígamo de los árabes tenían relaciones sexuales entre ellas, sabidas e incluso propiciadas porque el varón no podía atender sexualmente a todas con la misma frecuencia. Lo mismo las geishas japonesas, las prostitutas de todo el mundo, o de plano las lesbianas confesas que eran mujeres que amaban a otras mujeres sin ser un peligro para los pilares de la sociedad misma. Los conventos, los cuarteles, las cárceles, los monasterios… También el travestismo ha sido cultivado por la propia iglesia católica con sus faldas y olanes de drag queen, castrando incluso a los niños con buena voz para afeminar sus tonos de garganta y conservarlos en el coro. Los hindúes que celebran los hombres travestidos en sus fiestas. Otras culturas que adoran al que actúa con otro sexo y le atribuyen poderes divinos por alejarse de la norma. Hermafroditas consagrados, operados, excluidos. Homosexuales asesinados en crímenes de odio que ejecuta la violencia del macho que encubre su gusto por ellos. De todo hay, de todo y para todo. Pero en verdad la intolerancia siempre será un error, apariencia de justicia que da la razón al tirano absolutista que sólo amerita terapia –y nunca poder- para entenderlo sin hacerse gelatina.”

Estas y otras reflexiones nos regala Anabel Ochoa como un legado para este presente en el que para la diversidad sexual mexicana ya existen voces de apoyo dentro y fuera de los ámbitos político, educativo, de salud y otros que incluso permean a las familias. Solo falta que cuestionemos nuestras creencias e ideologías intolerantes empezando por darnos cuenta de ello, pues cuando vivimos mucho tiempo de nuestra vida pensando que algo es de cierta forma, cuesta trabajo cambiarlo o ser conscientes de lo absurdo que puede ser. Aplica para todo, es a lo que nos dedicamos los y las terapeutas finalmente.

¿Qué sabe el pez del agua donde nada toda su vida?

Albert Einstein