Al inicio de cada capítulo de esta popular serie de los setentas, se apreciaba como el personaje interpretado por Lee Majors sufría un accidente mientras el narrador explicaba: Steve Austin, astronauta, su vida está en peligro, lo reconstruiremos... poseemos la tecnología para convertirlo en un organismo cibernético, poderoso, superdotado. Desde la semana pasada, la vista del hombre nuclear es ya una patente más de Google.

Luego de dedicar años al desarrollo de los famosos lentes inteligentes y de explorar también los de contacto, Google decidió ir directamente al implante intraocular: la cirugía necesaria para llegar a esto implica la remoción del cristalino, la inyección de un gel en el espacio vació y finalmente, un lente con aditamentos electrónicos.

La energía para la electrónica proviene del movimiento del globo ocular y gracias a esto, es posible que el enfoque se adapte a las necesidades de cada momento. Ver de cerca o ver de lejos sería un ajuste automático, por lo que resolvería problemas de presbicia, miopía, hipermetropía o astigmatismo. Ya en ese plan... ¿porqué no capacidad de vista telescópica o microscópica?

La electrónica además permitiría conectar de forma inalámbrica con algún dispositivo cercano y así, transferir imagen en tiempo real en forma de fotografía o video, de hecho, parte de la discusión ya no es cuestión de lo técnico, sino de lo ético. ¿Cómo saber si la persona que está frente a usted en realidad está subiendo en tiempo real un video de sus acciones directamente a la nube? ¿Cómo evitar que alguien intercepte la señal y pueda ver en una pantalla lo que alguien más tiene ante sus ojos? ¿y los algoritmos de reconocimiento facial?

Solo son cuarenta años desde que la ciencia ficción maravillaba con este alud de posibilidades... ¿que tecnología tendrán los ojos que veran el mundo dentro de cuarenta años?