Las aguamalas, conocidas también como medusas, son pelágicas gelatinosas, con forma de campana de la que cuelga un manubrio tubular, la boca se ubica en el extremo inferior, a veces prolongado por largos tentáculos cargados con células urticantes llamados cnidocitos.
Precisamente, el contacto con esos largos tentáculos se ha convertido en una pesadilla para los bañistas ya que a pesar de que la mayoría de las veces no es letal, la reacción de la persona afectada dependerá de su tolerancia a la toxina que produce. Pero lejos de las playas, los lectores difícilmente se pueden imaginar que las aguamalas ya procesadas se transforman en un manjar para la cocina asiática; son muy apreciadas por muchos comensales de China, Japón y Corea; en esos rincones se les conoce como “Jellyfish”.
Las aguamalas se importan congeladas desde diferentes partes del mundo en cajas muy bien presentadas a un precio bastante considerable.
Uno de los grandes productores de aguamalas es el Estado de Sonora, México, y en los últimos años, se ha convertido en una pesquería emergente en la costa, que viene a compensar parcialmente la economía del pescador ribereño de las zonas pesqueras de Guaymas, Huatabampo y Bahía de Kino.
Con un promedio anual por encima de las 4 mil toneladas, el ordenamiento de esta actividad está beneficiando a 45 grupos con 282 embarcaciones, donde laboran en la captura más de 800 pescadores. Es curioso, mientras que en la Riviera Maya se quejan de su presencia, en el estado de Sonora se les da bienvenida.