De San Diego de Alcalá, fundada por Junípero Serra en 1769 a San Francisco Solano fundada por José Altimira en 1823, en el valle de Sonoma, al norte de San Francisco en 1824. Son 1,000 Kilómetros, cada uno de ellos llenos de historia. Se fundaron 21 misiones.

Unas veces las ruinas de la Misión están dentro de un exhibidor en la sala de curiosidades de venta (San Rafael Arcángel) otras veces la Misión “es” las ruinas. En lo as recóndito y apartado de los caminos, apartada de toda sociedad. (San Antonio de Padua) El esfuerzo de conservación no es automático. Hay misiones en Parques Estatales que tienen ciertos fondos que les permiten subsistir. Hay Misiones dentro de territorio Militar con independencia de “estar” pero sin ayuda para estar. Muchas dependen de las diócesis cercanas que soportan el ejercicio de la fe, más no el reto de la historia.

La Misiones ricas, con miles de turistas al día y con donativos proporcionados les va bien. Y además cuentan con bastantes voluntarios. Hay Misiones que tienen un pequeño “tráiler” o casa habitación para los custodios que ahí viven y cuidan de la Misión sin sueldo ni otra asistencia. Por lo general personas retiradas que devotamente ofrecen sus servicios sin buscar el peculio personal. El actual “Camino Real” esta pavimentado, y se puede recorrer con seguridad Pero, “alerta”, porque se aleja de las áreas “chic” de “outlets” y “malls, también de comida rápida y de chatarra. Para los menores de 23 años no hay atractivo. Solo historia de sufrimiento y perseverancia. En la mayoría no hay Mac juegos para entretenerse. En serio, solo hay historia, pero en serio.

Es de admirar el esfuerzo que se ha hecho en reconstruir, restaurar, re-crear, re modelar todas las edificaciones. El propósito no ha sido el de hacer lugares turísticos aunque si lo son. La idea de preservar la presencia histórica de quienes moldearon para siempre la nueva cultura en este pedazo del continente americano.

No toda la historia que se aprecia es agradable. Nos enteramos de la muerte de miles de nativos que sufrieron las consecuencias de las muertes en epidemia por contagio de males desconocidos e importados de Europa. Conocemos de los atentados y destrucción de templos por conducto de reacios nativos que rechazaban la “cristianización”. Hay evidencia, también, de los “castigos y penitencias” que los neófitos recibían. Yo estudio la historia, no la juzgo. Oigo y respeto las opiniones de quienes si hacen juicio del pasado.

Cada sitio misional que he tenido la oportunidad de visitar me ha permitido valorar y reconocer a quienes decidieron sacrificar su vida diaria y dedicarla para mejorar nuestro mundo.

Hay mucho que aprender del pasado.