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Las historias míticas de los pueblos indígenas

De cómo leer la mitología yumana 1

  
Nota publicada el 16 de julio de 2016
por Manuel Sánchez

Para esta columna les presento una pequeña traducción de la introducción de un texto sobre la mitología del coyote en las culturas alrededor del río Colorado, tanto en California como en Baja California. El autor es William Bright, investigador y antropólogo de la región quien desarrolló varios trabajos sobre la tradición oral de las comunidades, incluyendo un compendio llamado A Coyote Reader. En este texto colecciona distintos relatos sobre el coyote, tratando con ello de explicar cómo cada historia resulta una manifestación del arquetipo del “timador”.

Sin más, aquí la reflexión de este autor en sus primeras páginas sobre cuatro consideraciones, cuatro tendencias de cómo leer y no leer las historias, no sólo de esta criatura mítica sino de todas las demás criaturas que aparecen en los relatos indígenas.

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La literatura de la tradición oral de los nativos americanos, específicamente su mitología, está habitada por personajes como la Rana, la Urraca o el Oso. En la zona occidental del continente americano sobresale uno de estos personajes llamado el Coyote. Cuando una persona con antecedentes europeos se encuentran por primera vez con los relatos de los indígenas americanos, muchas veces puede llegar a tener ciertas asunciones equivocadas por esta relación nombre-animal.

Primero que nada, se asume que las historias se limitan a animales. Se interpretan como fábulas occidentales en donde a ciertos animales con características antropomórficas les suceden cosas de las cuales podemos aprender por una moraleja. En nuestro intento por brindar significado buscamos la similitud de estos personajes con otros personajes familiares, comparando los cuentos con los de, por ejemplo, la liebre y la tortuga hasta incluso con Mickey Mouse o los personajes de Warner Bros. Es particularmente tentador en comparar al Timador Coyote de las historias indígenas con Bugs Bunny (si, el conejo) o, por la forma, con Wilie E. Coyote.

Pero no, nada más equivocado. La Rana, la Urraca, el Oso y el Coyote no son animales: representan a los Primeros Habitantes, miembros de una raza mítica que vivió antes que la humanidad. Son manifestación de un gran poder, creador del mundo de la manera en que lo conocemos. Estas criaturas míticas instituyeron la cultura y las tradiciones. Al mismo tiempo, son capaces de ser valientes o cobardes, conservadoras o innovadoras, sabias o estúpidas.

Actualmente tienen nombres que asociamos con algunos animales; en algunos casos pueden llegar a coincidir características físicas y psicológicas de esas criaturas con los animales reales. Esto se debe a que, cuando los humanos surgieron, los Primeros Habitantes se transformaron en las especies de animales que aun llevaban su nombre. Es decir, estos Primeros Habitantes no eran animales originalmente, sino que fueron decantados en esas formas que ya existían. El concepto más cercano tal vez es el de algún tipo de “dios”, pero no de la manera en que estamos acostumbrados. Y es que, si fuera necesario interpretar al Coyote como algún tipo de deidad europea, lo más cercano sería Loki de la mitología nórdica.

La segunda asunción es que toda historia debe tener algún tipo de final o enseñanza. Las fábulas tienen la clásica moraleja que cierra el círculo de porqué, en primer lugar, la historia está siendo contada. En otros casos establecen el por qué las cosas son como son, le dan una explicación al orden del mundo. Los relatos indígenas tienden a tener esta clase de oraciones de manera explícita, pero en otros muchos casos estas conclusiones pueden ser inferidas. Por ejemplo, en un relato sobre el Coyote, el tema ronda en que éste viola a su hija. Como castigo, se le rompen sus dos piernas. Por lo que es fácil inferir que tal acción trae tales consecuencias.

En el caso europeo, cuando las historias carecen de algún tipo de moraleja u oración etiológica (del tipo “es por esto que las serpientes se arrastran”) se recurre a algún tipo de resolución. Se espera, por lo menos, algo que termine la historia; un “vivieron por siempre felices”. Sin embargo, en los relatos indígenas esto no está asegurado. Por ejemplo, en la historia de la creación de los Mojaves del río Colorado, Mastamho inventa la muerte, crea el río Colorado, establece los ritos, y después, sencillamente, se convierte en un águila pescadora infestada con algún tipo de plaga. Aún existe, pescando en los ríos. Esta clase de mitos no frecen un final feliz, o satisfactorio. Solo terminan estableciendo hechos. Así es el universo.

Segunda parte>>

*Tomado y traducido de Bright, W. (1993) A Coyote Reader. California: University of California Press.

Manuel Sánchez. Licenciado en Sociología y Ciencias de la Comunicación UABC. Maestro en Lingüística por la UNISON. manuel.wortens@gmail.com.
 
 

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