Cuauhtémoc Cardona Benavides, uno de los veinte diputados que en las postrimerías de la pasada legislatura local votó a favor del dictamen 137, declaró aquí que el gobierno municipal de Ensenada no interpuso una defensa jurídica adecuada en el conflicto por los límites territoriales con Rosarito.

Eso dijo. Textual. Que por eso él votó como votó.

Y también, esgrimió, que no hubo “lineazo” de nadie para votar a favor de tal dictamen. Que fue un voto libre y razonado.

Eso dijo Cardona.

Pero el ex legislador mintió con sus aseveraciones. Mintió y de eso estaba plenamente consciente.

Mintió el aseverar que no hubo una correcta defensa jurídica, cuando si la hubo. Y no solo en ésta, sino en anteriores administraciones municipales.

Mintió cuando dijo que no hubo “lineazo” cuando sabe perfectamente que sí lo hubo.

Pero qué se le puede pedir a Cardona Benavides, si esto es lo suyo.

La mentira.

Los casinos, como aspiradoras

Para el empresario turístico, César Jáuregui, los casinos que operan en la ciudad son como aspiradoras. Con todo arrasan.

Mientras la economía local se rezaga, mientras la falta de circulante se vuelve evidente, las salas de apuesta no han visto mermada su asidua clientela.

En Ensenada suman cinco los casinos en operación. En todas, sin excepción, hay clientela mañana tarde y noche. En todas, sin excepción, no hay otro motivo que jale a sus clientes que no sea el apostarle a su “suerte”.

Jáuregui explica como para muchas personas dejó de ser atractivo viajar a Las Vegas solo con la intención de apostar. Ahora aquella ciudad oferta otros atractivos que la vuelven interesante, atractiva.

Aquí no hay esos motivos.

Ni los hay ni se observa que en el corto o mediano plazo se puedan dar.

De pabellones

Cada vez son más. Muchos más.

Deambulan por todos los rumbos de la ciudad. Indefensos, desprotegidos, desamparados.

Se sabe y no de ahora, que buena parte de los enfermos mentales que en situación de calle se observan en esta ciudad son traídos de Tijuana, Rosarito y Tecate. Así lo han hecho desde hace varios años.

Vienen y literalmente los abandonan a su suerte.

A los que bien les va los dejan cerca de la mancha urbana, mientras que a otros de plano los abandonan en las afueras de la ciudad, en comunidades ubicadas al Norte de Ensenada o en caminos vecinales cercanos a la carretera libre a Tijuana.

Aunque el problema se ha vuelto por demás complicado, las autoridades prefieren darle la espalda y tratar como invisible a decenas de enfermos mentales que deambulan por las calles y avenidas de nuestro puerto.

Se reconoce la necesidad de abrir pabellones psiquiátricos, pero nada más.

Planes para construir este tipo de infraestructura no los hay. Ni planes ni intenciones, que es todavía más complicado.