Hace unas cuantas semanas comenzamos a analizar los mitos del amor con el afán de revisar aquello que de repente baña nuestra vida sexual tanto de emociones hermosas como de frustraciones que muchas veces se deben a las expectativas que socialmente hemos ido construyendo acerca tanto del acto coital como del amor. Esta fase del segmento semanal se vio constructivamente interrumpida para informar sobre la jornada de vasectomías que se realizó en diferentes puntos de Baja California: Mil gracias a los hombres que se animaron, y desde luego también a los que próximamente irán al Centro de Salud Popular II en Ensenada para hacerse su vasectomía.
En esta ocasión hablaré un poco de una de las cosas que más confundimos con el amor, la pasión. Jane Goldberg en su libro “El lado oscuro del amor” menciona que “es posible que el amor duradero, el amor cooperativo, tenga sus orígenes en la pasión, pero la pasión no equivale a la clase de amor con capacidad para perdurar”.
Muchas personas pasamos una parte de nuestra vida, sobre todo durante la juventud, deseando que nuestras relaciones de pareja tengan, entre otras cosas, una pasión que no muera y que sea un pilar principal que sostenga esa relación a largo plazo.
¿Cuántos de nosotros podemos decir que la pasión es una constante de una relación estable? ¿Después de un año, dos, cinco, diez, veinte o más?
La calidad, duración y características de la interacción coital (lo que comúnmente conocemos como relación sexual) es una buena metáfora para saber el estado de la relación de pareja.
Al inicio encontraremos o recordaremos que nuestras relaciones eran apasionadas e intensas, lo cual desde luego tiene que ver con un periodo natural y hermoso estado de enamoramiento o de novedad por el cuerpo de la otra persona.
Con el paso del tiempo estas cosas van dando paso naturalmente a que la cotidianeidad haga lo suyo, y con ello puede que pasen dos cosas: que terminemos la relación en busca de otras novedades, o que prosigamos el camino de una relación que necesariamente pasa por emociones y estados que muchas veces no pensábamos que fueran a suceder en el inicio, como por ejemplo de la decepción y otras emociones de las que hablamos en notas anteriores.
Decíamos también que aunque la decepción puede parecer tan mala, existe algo gestándose al interior de la relación si lo dejamos florecer: el amor cooperativo. La pasión es efímera, es decir que dura muy poquito. Cuando nos volvemos compañeros en lugar de enemigos las cosas son siempre más fáciles, aunque no siempre es sencillo hacerlo de esa manera porque nos enseñan a perseguir además otro enemigo de la cooperación de la pareja: el poder sobre el otro.
A esto sumemos otro fenómeno: el mal entendimiento de la cotidianeidad. El amor cooperativo, aquel en el que somos un equipo, está lleno de cotidianeidad, y esto necesariamente es contrario al apasionamiento inicial, y nos lleva a ver a la otra persona como realmente es y no como quisiéramos que fuese.
La pasión es una etapa intensa y maravillosa, tal como puede ser profunda y maravillosa la vivencia de realmente conocer a otra persona y amarla tal cual es y como él o ella necesita. Esto necesariamente se refleja, como dije antes, en la forma en la que nos comportamos en el acto sexual.
Lo último puede ser interpretado de diferentes maneras por ambos miembros de la relación y se vuelve necesario hablar de cómo nos sentimos, y con ello profundizar la comunicación y el coito mismo. De no hacerlo, entonces nos encapsulamos y es cuando nos da la impresión de que hemos caído en una rutina en el sentido aburrido de la palabra.
Con esto quiero decir que aunque la pasión es una etapa y no un objetivo de la pareja, la relación puede tener sus etapas de euforia posteriores a la pasión, dentro y fuera del acto sexual. La dificultad en esto radica principalmente en que entre más tiempo y profundidad tiene la relación, más vulnerables y auténticos nos vuelve y eso puede dar miedo. Si esa fuera nuestra situación, pensemos que ese miedo tiene muchas más posibilidades de congelar o matar nuestra relación que lo que sea que tememos comunicar. Hacerlo así será siempre más productivo que hacer caso de los consejos de revista sobre cómo mantener la ilusión de la pasión en la pareja.