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Mario Ochoa Pineda

Un restaurantero muy querido

  
Nota publicada el 31 de enero de 2017
por Antonio Sujo

Mario Ochoa Pineda, uno de los restauranteros más conocidos y reconocidos de la localidad es nativo de Manzanillo, Colima, llegó a Ensenada en 1954, cursando la primaria en La Corregidora, la secundaria en las escuelas Héctor A. Migoni y la Nocturna para Trabajadores y finalmente estudió en la prepa Ensenada.

“En el 66, a los 16 años, trabajaba como limpiador de pacas de algodón en el muelle, un día, al concluir la jornada, recibí un volante en el que solicitaban ayudante de mesero en el restaurante el Rey Sol, fui a la entrevista, me aceptaron y desde entonces nunca salí de este medio” me comenta Mario.

Sin embargo, fue breve su estancia en el restaurante de Doña Pepita, porque muy pronto se pasó a trabajar con el vecino, en el Motel El Rey Sol (El Cid) de Lupita Bitterlin y José Luis Rendón, donde gracias a su desempeño, llegó a la gerencia general del lugar después de haber recorrido los puestos de recepcionista y cantinero. Fueron años dorados para Ensenada, rodeado de eventos turísticos de calidad como la Regata Newport Ensenada. En ese entonces el puerto se “llenaba a reventar” con un turismo familiar y de alto consumo per-cápita, gracias a la combinación de ser un destino cercano a California, la gastronomía local y una pesca deportiva atractiva.

A Mario le tocó vivir este apogeo turístico, visitantes extranjeros alborotaban el centro de la ciudad cada fin de semana y los pocos restaurantes y hoteles de la Calle Primera se saturaban. “Hubo un fin de semana en la que coincidió la regata con el festejo del 5 de mayo, tuvieron que intervenir los bomberos para dispersar la aglomeración de los visitantes afuera de la cantina Hussongs”.

Los años que trabajó en la calle primera, junto con la pasión y la experiencia que había adquirido, le sirvieron para que intentara por primera vez convertirse en restaurantero en un lugar que se llamó Queso, Pan y Vino, poco después inauguró exitosamente, junto con la familia Barboza el restaurante Las Cazuelas que este año cumple sus 33 años de existencia.

Sencillo de carácter, Mario posee un don de gente y una conversación amena e interminable, podemos hablar de todo, y siempre terminando con anécdotas del sector como aquellos tiempos donde un sándwich de abulón costaba lo mismo que uno de jamón, $4.80 de dólar, o que por el exceso de demanda, las margaritas se preparaban en garrafón, y también recordando que la almeja gratinada fue creada en esta ciudad por doña Pepita y no en San Quintín como creíamos la mayoría de nosotros, y cómo olvidar que el restaurante CasaMar tuvo que almacenar hasta 13 toneladas (no kilos) de abulón para tener abasto suficiente.

Cuando le pregunté cuál ha sido su mayor satisfacción en la vida, no me supo contestar, pero yo entendí perfectamente que es la familia cuando con una sonrisa de orgullo comentó, “cómo ves, hasta mi nieto ya está metido en los negocios del restaurante”.

Antonio Sujo. Cazador de historias deliciosas. Estudió Gastronomía y Administración en la UABC, también es docente e investigador.
 
 

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