El parlamento ruso votó el pasado viernes con un resultado de 380-3 a favor de despenalizar la violencia doméstica en casos donde no cause “daño corporal sustancial”, lo cual no ocurre más de una vez al año.
Este cambio fue acompañado de una medida que castiga la violación con una fianza de 500 rublos (lo cual se traduce en 173 pesos mexicanos) o un arresto de 15 días siempre y cuando la falta no se repita en un rango de 12 meses.
Se ha dicho hasta ahora que esta propuesta no tiene expectativas de oposición o rechazo por la cantidad de votos a favor, lo cual incluye el apoyo previamente señalado del Presidente Vladimir Putin.
Según el diario El Economista, Rusia sería con esto uno de tres países en Europa y Asia Central que no tienen leyes contra la violencia doméstica, lo cual ha sido criticado porque se prevé que esto estimule el comportamiento violento por no haber ya castigo.
La abogada por los derechos de la mujer Mari Daytan dijo al The Moscow Times que las modificaciones legislativas eran peligrosas y envían un mensaje de que el Estado ya no considera la violencia familiar como fundamentalmente mala.
Alrededor del tema se hizo una encuesta en aquel país donde participaron 1,800 personas y se encontró que el 19% de los rusos dijeron que puede ser aceptable golpear a la pareja e hijos en ciertas circunstancias (sin distinción de género).
En la noticia de USA Today publicada el pasado 27 de enero se habla de que estos resultados muestran un reflejo de que en Rusia se confía en el proverbio “si te pega significa que te quiere”.
Según las estadísticas del gobierno ruso 40% de los crímenes violentos son cometidos al interior de la familia. Estos mismos datos incluyen cálculos de alrededor de 36 mil mujeres golpeadas por sus esposos todos los días y 26 mil niños y niñas violentados por sus padres cada año.
Alyona Popova, abogada y activista por los derechos de las mujeres, lamentó en una declaración que los valores arcaicos tradicionales se estén volviendo populares en Rusia.
Esta modificación legal en aquel país pone sobre la mesa la reflexión de la fragilidad de los derechos por los que la ciudadanía ha luchado por largo tiempo, específicamente aquellos de las mujeres y los niños en un sistema patriarcal en el que tradicionalmente el hombre tiene poder y mando para dar y quitar a otros y otras.
Además, es interesante como se despenaliza aquella violencia que no tiene evidencias tan contundentes como las físicas, pero no olvidemos que aquello que no se nombra se hace de cuenta que no existe, y esta modificación no toma en cuenta, de manera deliberada, que existe la violencia verbal, el maltrato psicológico, el acoso, la violencia económica, entre otros tipos de vejaciones que de nuevo se intenta invisibilizar después de gran cantidad de tiempo investigando como poder probarlo legalmente desde la psicología y otras ciencias.
Curiosamente, esto sucede poco después de que se propone regresar medio siglo en cuanto a derechos reproductivos de las mujeres en Estados Unidos, lo cual puede interpretarse de muchas maneras. Como he dicho antes, debemos mantener nuestra atención en cómo están sucediendo las cosas porque esto lleva un rumbo social, político, económico, histórico que definitivamente tiene manifestaciones en nuestra sexualidad.