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Pareja serodiscordante

En serio… hablemos de sexo seguro y protegido

  
Nota publicada el 12 de abril de 2017
por Rocío Linares

Al paso de casi 40 años desde su descubrimiento, la portación de VIH ha pasado por diferentes avances científicos y sociales, se han construido mitos alrededor de ella que han permitido por largo tiempo el pensamiento de que es una enfermedad propia de la gente diversa o promiscua, lo cual no es cierto y esta idea particularmente ha ayudado más a hacer crecer el número de personas portadoras que a disminuirlo a causa del gran estigma con el que históricamente han cargado quienes han vivido en esta situación.

Como producto de esto, existe el mito de que cuando una persona es VIH positiva, su vida sexual debe cambiar, disminuirse, limitarse o en casos extremos eliminarse en muchos aspectos para evitar el contagio del virus a otras personas por su supuesta gran contagiosidad.

Parte de los estigmas y aislamientos que han vivido muchas personas seropositivas a lo largo del tiempo tienen que ver con, en un principio, no saber el modo de contagio exacto y el miedo que eso causaba al tratarse de una enfermedad mortal.

Al día de hoy sabemos que la propagación del virus requiere no únicamente de una serodiscordancia (que una de las dos personas tenga el virus y la otra no), sino de otra serie de factores que tienen que ver con el sistema inmune de quien está en riesgo de contagio y de la progresión de la enfermedad en quien la tiene, así como de las prácticas sexuales que se lleven a cabo.

Un factor de ayuda del que se habla en prácticamente todas las pláticas sobre sexualidad en todos los niveles educativos y bajo cualquier pretexto, es el sexo protegido, que es básicamente el uso del condón femenino o masculino en todas las relaciones sexuales, así como de otras barreras plásticas, de látex o poliuretano que impiden el contacto con los fluidos sexuales sea cual sea la práctica que se vaya a tener, pues también existe la idea de que el sexo oral no es una forma de contagio y realmente si lo es, aunque mucho menos arriesgada que el sexo anal o vaginal.

En este sentido se deben vigilar nuestras prácticas no para dejarlas de hacer de tajo, sino para revisar el grado de riesgo que puede llegar a tener y decidir al respecto con toda la información necesaria y con los accesorios a los que en dado caso podamos recurrir.

La recomendación es siempre que actuemos cuidando a las otras personas como si fuésemos nosotros quienes vivimos con la enfermedad y viceversa, tomando en cuenta además que el periodo de ventana es largo y que las hay muchísimas personas infectadas con el virus que no saben que lo están.

Esto último cobra importancia sobre todo cuando el formato de relación no es de pareja estable en cualquiera de sus formas y la persona que vive con VIH puede decidir no hablar de su estado con alguien con quien tendrá una relación pasajera pero si cuidarse y cuidar a la otra persona.

Las decisiones en cuanto a no hablar de buenas a primeras de su condición, puede tener que ver con el conocimiento de las reacciones de las personas en cuanto al rechazo y la ignorancia que les orillan a apartarse sin antes dar oportunidad a informar y a crear una forma de llevar a cabo la relación sexual y de pareja. Desde luego el debate acerca de si deben o no deben decirlo a la primera oportunidad es muy largo y tiene que ver con los derechos tanto del seronegativo a saber como del seropositivo a no decir, y esto puede ser materia de muchísima discusión.

En otros avances para las parejas serodiscordantes, se ha mencionado el uso de antirretrovirales profilácticos para evitar el contagio en la persona seronegativa, y aunque se sabe que esto puede tener importantes consecuencias en la salud física de quien los toma, está puesto en la mesa como una opción válida en algunos países, bajo las premisas de que no protegen de otras ITS que de hecho son más contagiosas y de que no pueden tomarse continuamente sino que deben considerarse una especie de tratamiento preventivo de emergencia.

En el caso de que se trate de una pareja estable con uso de condón, lubricantes a base de agua y otros aditamentos y procedimientos que disminuyen el riesgo de contagio prácticamente a cero, lo que complementa la construcción de la relación de pareja es muy similar a lo que sucede en cualquier otra. Es de mencionarse porque podemos imaginar que se requieren trajes especiales o dejar de hablar de diferentes cosas, pero esto no es así. La confianza, la comunicación, el tiempo que se le da a la relación, los pleitos, entre otras cosas, suceden de la misma manera que en cualquier otra relación.

Rocío Linares. Licenciada en Psicología UABC. Maestra en Sexología Educativa, Sensibilización y Manejo de Grupos IMESEX. rociolj84@gmail.com
 
 

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