En medio del desierto alto de la parte central de la Península de Baja California hay multitud de sitios que a pesar de ser conocidos y visitados por cientos de viajeros a través de los años permanecen, hoy en día, bañados de la tranquilidad que da el aislamiento geográfico, aunado de la escasa población. La paz y la tranquilidad solo se ven interrumpidos por la naturaleza.
La presencia del huracán Odile, el 19 de septiembre de 2014, quedo marcada por las incontrolables torrentosas corrientes de agua en los tradicionalmente secos arroyos: movieron toneladas de roca de canto rodado, derribaron altos saguaros, yucas y demás plantas, cortaron caminos, arrasaron con la huerta y viñedo. Las primeras parras del hoy estado de Baja California fueron plantadas en este lugar, ya hace más de 250 años, hoy solamente unas cuantas de esas vides se lograron recuperar y son atendidas para ver si es posible que sean replantadas. El proceso del dátil también se vio afectado. Los escasos residentes permanentes del pequeño poblado resienten, aun a más de 2 y medio año los efectos destructivos del infame Odile. Es sin duda, uno más, de los lugares olvidados, por muchos, de nuestra Baja California. Tan grande y tan hecha menos.
La joya de este lugar es, indiscutiblemente, la misión de Santa Gertrudis. El lugar fue escogido por el padre Fernando Consag en 1750, los primeros trabajos en la erección de la misión los inició el padre jesuita, de origen alemán, Jorge Retz en 1752. La misión debe su nombre en honor a la esposa del marqués de Villapuente de la Peña, doña Gertrudis de la Peña, quien fuera el principal contribuidor de fondos para su construcción.
Esta misión está construida de cantera, lo que ha permitido su sobrevivencia. Cuenta con una espadaña, una pared separada de la iglesia unos 50 metros, con los huecos donde cuelgan tres campanas de la época, posiblemente las originales y que han estado en los ojos de “coleccionistas” para ser remplazadas y llevadas a algún “museo”. Dos de dichas campanas nos se deben de hacer sonar debido a las marcadas cuarteaduras que tienen y que ponen en peligro su integridad física.
Santa Gertrudis es un pequeño poblado, lejos, muy lejano de Ensenada. La población más cercana es Guerrero Negro en el vecino estado de Baja California Sur. Lejano y olvidado. Lleno de recuerdos, de historia y de maravillas naturales.
Cerca del poblado hay multitud de riscos, cuevas, salientes y resguardos en las colindantes sierras que guardan otra gran herencia, las pinturas rupestres, algunas de Gran Mural que tienen miles de años y que la mayoría permanecen desconocidas por lo inaccesible de su ubicación. Hay algunos afortunados exploradores que han tenido la oportunidad de ser guiados por los vaqueros del área que conocen los confines de dichas sierras y se han podido maravillar, guardando con mucho celo sus encuentros y sus recuerdos gráficos. Desafortunadamente no tenemos acceso, ni por fotografía, a dichas pinturas, sin duda es un tesoro del que no podemos presumir de decir que lo hemos contemplado.
Amable lector, toma tu cantimplora , tu sombrero y tus botas de campo, lleva tu cámara y despierta tu espíritu de aventura. CONOCE BAJA CALIFORNIA. No dejes nada, ni basura, solo la huella de tus pisadas y la esencia de tu asombro.