Según datos de INEGI, en México, una de cada 5 mujeres (20%) se casa antes de los 18 años. A esta cifra podríamos agregar todas aquellas uniones que se dan en el anonimato estadístico de la unión libre.
La ONU ha pedido a diversos países del mundo establecer la edad mínima para matrimonio en 18 años, ya que según la Convención Universal sobre los Derechos del Niño, la unión antes de esta edad se cataloga como matrimonio forzoso debido a que “no se cuenta con el consentimiento pleno, libre e informado de una de las partes o ninguna de ellas” y es una violación de los derechos humanos.
Ante esto, hay reglamentaciones que se apegan en diferentes estados de nuestro país como son Baja California Sur, Jalisco, Quintana Roo, San Luis Potosí, Veracruz y Yucatán, donde oficialmente la edad mínima para casarse es de 18 años sin excepción, mientras que en los estados restantes pueden darse excepciones como que las menores puedan casarse desde los 14 años y los varones desde los 16.
¿Por qué es relevante impedir los matrimonios y uniones a temprana edad?
Las consecuencias van desde la deserción escolar, la transmisión intergeneracional de la pobreza al no haber oportunidades de trabajo para los más jóvenes, vulnerables y sin estudios que les permitan un crecimiento económico mínimamente digno. A esto se agrega el embarazo en la adolescencia que tiene consecuencias para la salud tanto de la madre como del bebé que pueden ser tan severas como la mortalidad materna o el bajo peso al nacer y la desnutrición del producto que puede a su vez tener consecuencias en el resto de su vida en todo aspecto incluyendo su salud y educación.
Por esto se ha emprendido la campaña “De la A (Aguascalientes) a la Z (Zacatecas), México sin unión temprana y matrimonio de niñas en la ley y en la práctica” desde el año pasado y que tiene una serie de objetivos específicos en estas tareas hasta el 2030.
La pregunta de algunas personas al respecto podrá, de manera muy acertada, tener que ver con los derechos sexuales y reproductivos de las y los adolescentes en donde se marca detalladamente que tienen derecho, entre otras cosas, a decidir con quien compartir su vida sexual y a la libertad reproductiva (decidir cuántos hijos tener y cuándo hacerlo). ¿Entonces es incongruente este tipo de campañas con los derechos de los y las adolescentes? ¿O son los derechos inapropiados para ser ejercidos antes de los 18 años de edad?
Ni una cosa ni la otra.
La idea de tener un derecho es el acceso a una libertad que como ciudadanos sabemos, conlleva una responsabilidad sobre la que debemos informarnos, sea la que sea. Tenemos derecho a la salud, a la educación, a la vida, al agua, etc., y acceder a todas esas cosas implicará acciones de nuestra parte que nos permitan la mejor manera de hacer efectivas nuestras garantías, y sobre todo saber cómo y cuándo, por ejemplo: checar nuestros niveles de azúcar periódicamente, asistir a los diferentes niveles educativos conforme su orden lo marca, lavar el carro con cubeta y no con manguera, etc.
Lo mismo sucede con los derechos sexuales. Implican la libertad de decidir en todo lo relativo a nuestra sexualidad desde edades tempranas y siempre de acuerdo a la etapa del desarrollo por la que estamos pasando. La idea de la educación de la sexualidad con los niños y las niñas tiene que ver justamente con el empoderamiento, la capacidad de poder informarse y decidir sobre lo que les concierne, creando así conciencia de lo que sucederá con ellos tomando una u otra decisión respecto a un tema.
La cuestión es que a veces interpretamos los derechos y la libertad de forma arbitraria, cuando sabemos que para ejercer esto de manera adecuada no nos podemos deslindar de la responsabilidad que conlleva nuestra decisión para la propia vida y las que se generen a partir de, en este caso, un matrimonio temprano.
Por ello las campañas que intentan informar y concientizar a la sociedad sobre la situación no atentan ni son incongruentes con los derechos sexuales y reproductivos de la adolescencia. Los procesos de sensibilización solo acaban por crear conciencia de que esta libertad también se puede ejercer aplazando lo que en otro momento puede ser más adecuado incluyendo el inicio de las relaciones sexuales y otra serie de situaciones que hoy vemos más precozmente que en otras épocas.