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Educación de la sexualidad en edades de 0 a 6 años

En serio… hablemos de sexualidad infantil…

  
Nota publicada el 3 de enero de 2018
por Rocío Linares

La educación de la sexualidad en la infancia y la forma de vivirla durante esta etapa han sido temas revisados en este espacio. Sin embargo, cabe la cuestión de decir que la infancia tiene sub-etapas y que aunque hay ya un reconocimiento parcial de la necesidad de la educación integral de la sexualidad en la niñez, se entiende en general que esto debería comenzar durante la educación formal en un nivel de primaria, sea en tercero o quinto grado según opiniones y programas oficiales, y antes que esto existen pocas intervenciones y aún más poca información y formación para padres, educadores y cuidadores de niños en edades preescolares.

Esto se debe en parte a que toda institución, estancia infantil o casa de cuidadores anterior a la escuela primaria está conceptualizada como un lugar para “guardar” a niños y niñas en vez de educarlos (lo cual nos ayuda a no verlo como algo tan importante), y curiosamente es donde más aprenden sobre cosas que tienen que ver con la socialización y el entendimiento del mundo que en la propia educación formal.

Empecemos por los vínculos afectivos seguros o no seguros que se desarrollan entre bebés y sus cuidadores/as principales, siendo más común que la madre asuma prácticamente por completo este rol, al menos al principio de la vida. A partir de la seguridad del apego que bebé y mamá tienen, desarrollar relaciones con otros miembros de la familia y la comunidad a la que pertenece esa personita será más fácil y sano. Esto será invaluable en la formación del niño o niña en cuanto al conocimiento y expresión saludable de sus emociones y la tarea de prevenir un abuso sexual será más efectiva, pues si bien no se puede prevenir al 100% ni hay fórmulas mágicas e infalibles, se sabe que las personas que cometen abuso suelen buscar a niñas y niños que tienen vínculos vulnerables con sus figuras de apego dado que lo primero que buscan es sustituir algo de esa seguridad que no tienen para poder obtener el afecto del niño o niña y hacer difícil que los acusen.

Además del apego saludable, la formación social, cognitiva y emocional que se dan en gran parte durante esta etapa, durante la primera infancia adquirimos otra estructura que es vital para nuestra apropiación de la sexualidad: el género.

Sabemos que mucho de esta estructura es una adaptación conveniente de la sociedad a lo que de origen era instintivo y se ha venido tejiendo de formas que hemos expuesto como poco convenientes para el desarrollo personal de la gente. Al final de cuentas, es una estructura vital en el entendimiento de las relaciones entre las personas, pues comenzamos a relacionarnos de diferente manera con hombres y mujeres de distintas edades. Esto sienta las bases para el desarrollo de la expresión de género y posteriormente de las relaciones afectivas entre las parejas, sea la que sea la preferencia u orientación sexo-genérica que al final descubra el niño o niña en su persona.

Un vínculo de apego seguro también está influido por la manera en que los niños son entendidos por sus familias en el sentido de si son una especie de “objeto propiedad de su familia” o sujetos de derecho, es decir pequeñas personas en desarrollo que tienen derecho a participar de las decisiones y ejercicio de sus derechos. Con esto no digo que decidirán todo ni que hay que dejar que hagan lo que quieran ni que los padres no deberían poder criarlos como quieran. A lo que me refiero es a que esta diferencia poco descrita es vital en que posteriormente, en la adolescencia, las personas ejerzan verdaderamente la responsabilidad que conlleva el ejercicio de la sexualidad sea como sea que lo elijan. Esto es, puedan ejercer lo que algunos llaman “ciudadanía sexual”, nombre que no me convence del todo pero para propósitos didácticos lo resume.

Dentro de los aprendizajes esperados a estas edades entre los 0 y los 6 años está el conocimiento del cuerpo humano y sus funciones, las expresiones de género y las herramientas para desalentar los estereotipos de género, los derechos humanos que promueven el respeto hacia ellos en todo sentido, el cuidado de su cuerpo no limitándolo a la higiene, habilidades para identificar situaciones e individuos poco confiables; la identificación, regulación y expresión sana de sus emociones con la finalidad de establecer relaciones empáticas y de aceptación. De esta manera los espacios comunes de niños y niñas serán lugares seguros para ellos en otros sentidos en los que aparentemente la sexualidad no tiene nada que ver.

Algo que no ayuda es que la educación integral de la sexualidad, si bien hay diseños de programas educativos que son muy buenos y efectivos cuando son bien aplicados, suelen llegar a los niños y niñas bastante después en la vida, y en general se dejan al criterio de quienes están frente al grupo en la escuela, deslindando la responsabilidad de padres, madres, cuidadores y comunidades. Es curioso como existe tanta ambigüedad y postergación en la educación de la sexualidad de niños y niñas y prácticamente nadie cuestiona la edad adecuada para aprender a leer, escribir y hacer operaciones aritméticas. Esto es porque la sexualidad en general, y la infantil en particular, todavía está rodeada de estereotipos, mitos, miedos de los adultos y un montón de factores que no ayudan, especialmente el de creer que no es necesario porque “ellos ya saben más que nosotros”, lo cual pone la responsabilidad más en el niño o la niña lo cual es a todas luces un disparate.

Rocío Linares. Licenciada en Psicología UABC. Maestra en Sexología Educativa, Sensibilización y Manejo de Grupos IMESEX. rociolj84@gmail.com
 
 

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