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Pegging

En serio… hablemos de prácticas sexuales

  
Nota publicada el 2 de agosto de 2017
por Rocío Linares

En muchos espacios se habla de nuevas propuestas de roles de género para superar la antigua y degradante división sexual del trabajo que comenzó siendo natural, hasta obvia, y terminó por ser un método de control social sobre la mujer por parte del hombre patriarcal.

Hoy en día estamos en proceso de reconstrucción de esos roles, y desde luego esto no puede quedar tan lejos de otros ámbitos de la sexualidad como es la actividad coital. Actualmente vemos como prácticas regulares los cambios de posiciones, que la mujer no solo pueda controlar el ritmo de la penetración y ser dueña de su propio placer en pareja y en solitario, y se está trabajando en el reconocimiento de las diversas formas de identidad, pareja y familia independientemente de la práctica sexual que se lleve a cabo en cualquier contexto.

Aunque la práctica del pegging existe desde hace mucho tiempo, gracias al internet está ganando presencia en el discurso sobre prácticas sexuales a pesar de que existe gran tabú acerca de que el hombre puede ser receptivo al momento de la penetración sin que esto signifique que sea homosexual.

Pegging es el nombre que se le ha dado a la práctica sexual donde, en la pareja heterosexual, la mujer usa un arnés con un accesorio en forma fálica y con este penetra al hombre por el ano en busca de la estimulación del llamado punto P (próstata), localizado a unos pocos centímetros hacia dentro.

Las sensaciones de quienes han llevado a cabo esta práctica son diversas y complejas, pues la expectativa de los varones suele estar entre la curiosidad, el deseo, la excitación, el miedo y el dolor según algunos pocos testimonios de los aun pocos que se han atrevido a expandir sus horizontes por medio de esta práctica a pesar de que ya es conocida la ubicación del punto P y también se lee comúnmente lo placentera que puede ser su estimulación.

Si usted y su pareja están considerando llevar a cabo el ahora denominado pegging, hay que tener en cuenta las cuestiones mínimas de seguridad para no llevarse sorpresas desagradables e innecesarias.

Lo primero es el consenso. No se le recomienda a nadie ponerse el arnés y comenzar sin preguntar, ni abrirse al sol sin antes hablarlo en pareja, pues se trata de una práctica que puede ocasionar cierta incomodidad para quienes estén dudando si lo desean (por los mitos alrededor de ella) y para muchos cuestionable por sus propios valores o razones de higiene (aunque se puedan resolver razonablemente).

Otro punto es que una vez esté hecho el consenso, se encuentre el juguete sexual correcto, pues aunque en gustos se rompen géneros, lo ideal es comenzar con un juguete pequeño, ya sea que vibre o no, o los dedos previamente aseados de la pareja, ya que pueden curvearse y son relativamente delgados, y esto puede ayudar para encontrar la próstata.

Algo que no se debe dejar de lado jamás es el lubricante a base de agua o silicona, ya que el ano es una zona sensible y no lubrica por sí solo, entonces hay que ayudarle y tratarlo con gentileza… al menos al principio, sobre todo para alcanzar la relajación necesaria para que el ano se dilate y permita la penetración de una manera más suave.

Lo más importante será que no comencemos de buenas a primeras, pues esto no funciona ni con la vagina que se lubrica sola por reflejo. Hay que ser creativos para comenzar con besos, caricias, palabras, juegos de roles y otros estímulos mucho antes de comenzar siquiera a poner el arnés a la mujer en la posición adecuada para la penetración.

Respecto a los mitos que refuerzan la idea de que el hombre que busque la penetración tiene por fuerza tendencias homosexuales, hay que decir que para empezar la preferencia sexo-genérica (u orientación, como gusten) no determina la práctica sexual, y para seguir que la “pasividad” y la “feminidad” asociadas a la penetración ya están por demás cuestionadas por muchas razones que no caben en esta nota. La idea es que sepamos y nos abramos ante el hecho de que esta práctica existe desde antes que se le pusiera el nombre con el que lo presento aquí independientemente de la visión pecaminosa o insana con la que se haya llegado a ver alguna vez.

Rocío Linares. Licenciada en Psicología UABC. Maestra en Sexología Educativa, Sensibilización y Manejo de Grupos IMESEX. rociolj84@gmail.com
 
 

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