Hace unos días se volvió viral un cortometraje animado llamado “In a heartbeat” (traducido como “en un latido del corazón”), el cual tiene la particularidad de que su protagonista es un adolescente a quien su corazón se le sale del pecho para ir a perseguir a su persona amada. Lo que ha causado furor en Youtube y redes sociales es que esa persona no es una chica sino un chico.
Esto ha dado pie a la controversia desde el inicio, pues sus realizadores originalmente pensaron en que a quien perseguiría el corazón sería una niña, pero algo no quedaba realmente asentado en la trama. Lo que pasaba era que sus realizadores, Beth David y Esteban Bravo son homosexuales y en realidad, desde su testimonio, era complicado plantear lo que no conocían y, por el contrario, podían plasmar de manera real y sensible los miedos y emociones encontradas que surgen cuando en la adolescencia se descubre una orientación sexo-genérica homosexual en sociedades que aún están en proceso de aceptación de cualquier tipo de diversidad en la expresión de la sexualidad.
Cuando tomaron la decisión de cambiar este sencillo pero importante detalle de la trama sabían que podían entrar en conflicto con algunas opiniones, sin embargo su propósito no estribaba en ello, sino en llevar un mensaje de amor y aceptación a los niños y adolescentes que se descubren diferentes al patrón de sexualidad que la sociedad impone como si fuera el único posible o válido. Que quienes lo miren sepan que hay algo más y que quienes se identifican no se sientan solos.
Desde luego hay reacciones y opiniones del tipo “quieren imponer la homosexualidad” y variantes de lo mismo. Ante esto, lo único que podemos seguir recalcando es que ni la heterosexualidad ni la homosexualidad se enseñan, de la misma manera que nadie sabe de quién se va a enamorar hasta que sucede. La preferencia u orientación es descubierta, jamás impuesta por más que insistamos.
La prueba de esto está en que las historias de vainilla tipo Disney no han logrado “heterosexualizar” a todas las personas ni lograr que todas las mujeres quieran cumplir con el rol de princesa que espera ser salvada ni que los hombres quieran ser gallardos príncipes que matan dragones.
Lo que podemos dar por hecho es que el cortometraje “In a heartbeat” no tiene precedentes y es de esperarse una respuesta como la que ha tenido, en la cual no solo ha habido opiniones en contra, sino también ha sido aceptado en muchos festivales de cine a nivel internacional y ha dado en el clavo de una de las grandes necesidades humanas, que es el entendimiento de la diversidad de expresión de la sexualidad en la infancia y adolescencia.
Esto representa un reto porque a pesar de que sabemos que la niñez viene con la sexualidad incluida, todavía nos cuesta como sociedad el entendimiento y la aceptación de sus manifestaciones y del hecho inevitable de que no tienen el significado que tienen para nosotros como adultos, y esto incluye el tocamiento del propio cuerpo, el de otros, el juego con los roles y estereotipos de género, etc.
Cuando se trata del descubrimiento de una preferencia u orientación sexo-genérica diferente de la heterosexual es común escuchar cosas como “aún es muy joven, se le va a pasar, es una moda” y variantes de esto, cuando lo que descubrimos en lo hondo de nosotros responde a una moda pasajera o a la inmadurez de la juventud. Lo que sucede en este sentido es que en muchos casos no sabemos cómo manifestar asertivamente lo que sentimos pero eso no lo hace menos auténtico.
Este es justamente el punto del cortometraje: el descubrimiento del enamoramiento en las circunstancias en donde al protagonista se le ha dicho que debe esconder o sentir vergüenza de lo que siente, pero que finalmente la aceptación y el amor pueden hacer que todo cobre un sentido.