Parecen invisibles pero no. Nada que ver. Son de carne y hueso, palpables, visibles, demasiado visibles.
Solo que no los quieren ver, que es muy distinto. Y la verdad que no los quieren ver.
Por eso los explotan, los usan, los abusan. Explotados, usados y abusados así corren de una acera a la otra. Así van tras los turistas; así les ordenan que lo hagan.
Se mueven en grupos y siempre controlados por una mujer. Por una mujer que a la distancia y casi siempre con un menor sobre su espalda, lanza instrucciones.
Son los niños de la calle. Los pequeños de origen indígena que no juegan basquetbol descalzos ni salen en reportajes de televisión.
Para estos, los de aquí, no hay tiempos para juegos. Ni para juegos ni para escuela. Los de ellos es producir, generar ingresos. Y eso hacen.
Y lo hacen tan bien que no se dan a notar. No para quienes deberían de verlos. De verlos y protegerlos. Son niños!
Ni el DIF estatal, ni el municipal; tampoco las organizaciones defensoras de los derechos humanos los ven. Menos los ven los líderes de jornaleros agrícolas que obstruyen carreteras y organizan marchas.
Y como nadie los ve, su presencia en el primer cuadro de la ciudad se multiplica. Se multiplica su presencia y se multiplican también los riesgos en su contra.
Ojalá que esa invisibilidad que hoy cubre a los niños de la calle no abra paso a una tragedia. A una tragedia mayor, porque ya es tragedia su abuso y explotación.
Nueve meses
Marco Novelo y su administración va para su noveno mes. Nueve meses y aún no se advierte rumbo.
Hacia donde se encamina el proyecto político de Novelo y compañía?
Pues ya casi se cumplen nueves meses y no se ve luz al final del túnel.
En lo financiero, la re ingeniería no aterriza. No en los resultados esperados.
En los servicios públicos las deficiencias son palpables. Imposibles de ocultar.
En lo social, hasta ahora nada que apuntalar. Hasta ahorita.
Novelo ocupa darse un tiempo, un buen tiempo para encontrar la brújula. Pero con ganas de hallarla!
Novelo ocupa salir de la burbuja en que lo tienen, en donde está enclaustrado. Pero ocupa hacerlo ya.
Y es que ya pasaron nueve meses y nada.
Nada todavía.