En 2011, cuando las grandes marcas de hardware se encontraban en una carrera franca por desarrollar computadoras portátiles con la mayor potencia posible, Google sorprendió con una propuesta radicalmente opuesta: las Chromebook. Sencillas, orientadas al trabajo en la nube, con una batería para muchas horas de autonomía y de operación más parecida a un teléfono inteligente, pues en lugar de instalar programas utilizaron el concepto de la descarga de aplicaciones. Para la fabricación de los aparatos intervinieron en principio las marcas Samsung y Acer.

Un año antes, Google ya había incursionado en el desarrollo de un Smartphone, el Nexus One, creado en conjunto con la empresa HTC. La línea Nexus evolucionó durante varios años hasta que en 2016 cambió a Pixel, que ha permanecido en el mercado de manera modesta.

La filosofía del concepto Pixel ya había sido explorada en una de las líneas de Chromebook en 2013, la de gama más alta por presentar mejores prestaciones en procesador, memoria y capacidad de almacenamiento.

Este año Google colocó en el mercado los primeros equipos de una nueva línea, denominada Pixelbook, que en precio van a la competencia de la gama media pues apenas están por debajo de los mil dólares.

En esta propuesta, el dispositivo recupera lo que otros fabricantes ya habían explotado, el concepto de la bisagra que permite a la laptop convertirse en tableta.

La gran diferencia es que sus antecesoras estaban pensadas más para el ocio que para el trabajo: un equipo cómodo para ver videos, navegar en redes sociales y con algunas aplicaciones de productividad apoyadas en la paquetería de Google.

Las características que se presentan en la Pixelbook ya plantean un equipo que también puede ser empleado de manera eficiente para el trabajo, aunque con la misma filosofía de orientación a la nube: no programas, si aplicaciones.

Esta propuesta es clave si pensamos en la forma que tendremos en interacción con la tecnología en los próximos años.