Rosa María “N” llegó al casino Skampa minutos después de las 5 de la tarde. El guardia de la entrada posterior la saluda afectuosamente y no es por obra de la casualidad.
Rosa María, con apenas dos años de alcanzar su período de jubilación en el magisterio, es una asidua visitante de la casa de apuestas
Adentro la esperan sus amigas, también maestras, con los que se ven todos los días en el casino.
“Ya no me siento bien si no vengo, me da una especia de ansiedad cuando trato de faltar un día”, dice la maestra de secundaria.
Acepta que esta insertada en el problema de la ludopatia y sus consecuencias. “Resistirme a venir a jugar es algo que ya no puedo controlar, es algo que me gana”, agrega.
Dijo que en promedio apuesta al día unos 500 pesos, que en ocasiones ha ganado cantidades superiores a los 10 mil pesos, pero que por lo general se va con saldos en contra.
Rosa María, de 54 años de edad, manifestó que el caer en el vició de las apuestas le ha obligado solicitar préstamos a una caja ministerial, y reconoció que amigas cercanas de han visto obligadas a vender sus carros.
Al interior del casino Skampa, la mayoría de las máquinas “tragamonedas” estan ocupadas. La mayoría de los clientes son personas mayores de los 25 años y un número importante de estas son mujeres.
Estudios realizados dos años atrás por un investigador social, arrojaron que las casas de apuesta que operan en esta ciudad ingresaban más de 15 millones de pesos de manera mensual por concepto de operar las referidas máquinas.
A la fecha y no obstante que parte de los recursos que vía impuestos enteran los casinos deberían emplearse en el tratamiento de la ludopatia, las autoridades no han constituido ningún centro con este fin.
Rosa María se despidió luego de encontrar la maquina que, asegura, le genera suerte. La misma suerte a la que cientos de ensenadenses aspiran cada vez que ingresan a una sala de apuestas en busca de la ganancia económica que muy pocas veces llega.