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Jimmy Griffin. Relatos de un gringo viejo

¿Ustedes creen que los edificios hablan?

  
Nota publicada el 4 de marzo de 2019
por José Luis Fernández Ruiz

El estadounidense Jimmy Griffin nació en 1923 en Clarksville, Arkansas.

Antes de escribir su libro Relatos de un Gringo Viejo, en noviembre de 2018, escribió Aquellos años del algodón, La jabonera y el Valle de Mexicali.

Experto en la siembra, cosecha, manufactura, venta y almacenaje del algodón, recorrió todos los países productores de esta fibra durante más de 80 años de arduo trabajo.

Ahora tiene 96 años y nos presenta en su libro "Relatos de un gringo viejo", todo su amor por el algodón y Baja California, en especial Mexicali, donde contrajo nupcias con Yolanda Rioseco en 1954.

Lo siguiente está tomado de su libro.

¿Ustedes creen que los edificios pueden hablar? ¿pensar? ¿escuchar? Los humanos si, y además podemos imaginar que este edificio, almacén de semilla de algodón, nos quiere contar su historia.

Mis amigos los humanos me pusieron por nombre Muskogee. ¿Cómo supe mi nombre? porque oía gritar ¿Dónde está Juan? y contestaban está en el Muskogee.

Nací en Mexicali en 1952 para proteger la semilla del algodón perteneciente a la Compañía Industrial Jabonera del Pacifico. Mi estructura de acero y láminas fueron hechas en Monterrey, los ingenieros y obreros me armaron y me dieron vida, me hice amigo de los edificios circundantes, le confié mi sentido de inferioridad al molino —él me explico— sin ti no podríamos conservar la semilla para convertirla en productos útiles. El que me hablaba era el molino, me dijo poco a poco sentirás que está entrando la semilla, poco a poco hasta almacenar veinte mil toneladas de semilla de algodón, me sentía lleno pero contento.

Le pregunte a mi amigo el molino y ¿tú que haces con la semilla? Las limpio, las paso a las desborradoras y me narro todo el proceso de la producción, me hice amigo de las despepitadoras, estaba contento hasta que en 1960 los humanos tuvieron problemas, plagas, salinidad, fibras sintéticas, me impidieron llenar mi barriga, en 1972 mi amigo el molino dejo de operar, pronto los humanos empezaron a desmantelar a mis amigos, pensé ¿Cuándo me tocara a mí? Oí a los humanos decir tenemos que desmantelar el Muskogee para llevarlo a Palaco. Entré en estado de coma hasta que desperté en Palaco con un nuevo molino, no prosperó el negocio y quede abandonado. Un día llegaron mujeres y hombres, abrieron mis puertas, una linda mujer dijo que yo sería el edificio ideal para su proyecto, había estado tan deprimido que ahora con alegría quería expresarles las gracias por poder ser útil, y nuevamente entre en estado de coma.

Cuando desperté había frente a mí una estatua con un hombre a caballo, y cerca una estación de bomberos, durante semanas hombres y mujeres hicieron grandes modificaciones en mi interior, y oía que serviría para albergar el Museo del Niño y el Sol sabía que era un niño pero no sabía en qué seria yo útil, me instalaron escaleras, elevadores, sanitarios etc. Así renací feliz convertido en el Museo Sol del Niño, Centro Interactivo de Ciencia, Arte, Tecnología y Medio Ambiente. A estas alturas ya saben ustedes, porque este viejo pero remozado y remodelado edificio esta pasando los días más felices de su vida. Soy Muskogee, el almacén de semilla de algodón nacido en Mexicali, Baja California en 1952.

¿Cuantos edificios en Ensenada se hubieran rescatado si los hubiéramos dejado hablar y entendido su historia?

Gracias Jimmy y Yolanda por compartir su hermoso libro.

José Luis Fernández Ruiz. Director del Patronato Centro Histórico Turístico Cultural de Ensenada, A. C.
 
 

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