Le llaman “tramo de la muerte” a una extensión carretera no mayor a los cinco kilómetros y en línea recta, entre los poblado de Chapultepec y Maneadero.
Y le llaman así por los accidentes vehiculares con resultado funestos que ahí se registran.
Es cierto que ese tramo vial necesita ser ampliada y, mientras eso ocurre, reparados los desperfectos sobre la carpeta de rodamiento. Pero eso no terminará con los accidentes fatales en la zona.
Las autoridades y los políticos que se empalagan hablando del referido tramo, pasan por alto algo igual o más peligroso que las mismas deficiencias sobre el asfalto: la impericia, la imprudencia y la irresponsabilidad de miles de automovilistas que usan esa vía.
Es evidente que nos hemos convertido en una sociedad desordenada. Y en el desorden las consecuencias terminar por reventar.
Pero aparte de lamentar la pérdida de vidas humanas y de anunciar programas para rehabilitar ese tramo, los tres ordenes de gobierno hacen muy poco.
Donde sus campañas preventivas?
Donde las estrategias para detectar a los conductores sin licencia de manejo?
Donde los filtros de inspección vehicular en los tramos carreteros que presentan alta incidencia de accidentes?
Por eso, y aun con el tramo Chapultepec-Maneadero rehabilitado y ampliado en sus zonas de acotamiento, los accidentes con resultados fatales continuarán.
Y continuaran mientras las autoridades y los políticos que se empalagan con el tema, no consideren otros factores igual o más riesgosos que los baches en el asfalto.
Tenemos que fortalecer la cultura de la prevención, del orden y el respeto a las disposiciones oficiales.
Una cultura de la prevención que concientice si, pero que también pondere las sanciones a los infractores.
Mil veces ser drásticos en la aplicación de los reglamentos, que seguir contabilizando accidentes fatales en nuestras carreteras.
El desorden, pues, se combate con orden, no con ocurrencias o protagonismos.