Aunque hay que subrayar que la simulación no es del todo inédita en este campo, ya que en las recientes décadas simular ha sido un sello de la política educativa en nuestro país.

Pero estábamos con el regreso a clases.

De entrada el gobierno se agarró de la pandemia del coronavirus, para dejar lo pesado de la carga educativa en las espaldas de padres de familia y maestros.

Y ahí están los padres de familia gastando lo que no tienen, para hacerse de equipo de cómputo, tabletas y celulares.

Y ahí están los padres de familia habilitando espacios en casa, para que sus hijos reciban la instrucción académica.

Y ahí están los padres de familia dejando a sus hijos en solitario o bajo la supervisión rentada, mientras ellos cumplen sus jornadas de trabajo.

Y están los profesores creando aulas de clases en recámaras, comedores y cuartos de servicio.

Y ahí están los profesores lidiando con las plataformas tecnologías, con el acceso a internet y las dudas que se multiplican en padres de familia.

Y ahí están los profesores de escuelas privadas haciendo malabares, para agradar a padres de familia con tal de que no muden a sus hijos al sector públicos.

Y ahí están decenas de escuelas públicas generando horarios de clases al gusto de padres de familia y lejos del la rectoría oficial.

Y ahí están los alumnos insertos en un regreso a clases que semeja un laberinto de complicaciones.

Y ahí están miles de alumnos lejos de la supervisión de sus padres, muy próximos de la asistencia desinformada de terceros y atosigados por reglamentos de control

Y ahí están las autoridades educativas como simples observadoras.

Conservando el desorden y el caos; la anarquía en el campo de las escuelas privadas, mirando de reojo como muchas de estas colapsas en lo financiero.

Y así están las autoridades educativas, presumiendo hacia el exterior lo que no ocurre en casa.

Y como en toda simulación, los resultados no pintan la realidad. La educación en Mexico sigue inmersa en una crisis que se agranda y vuelve ingobernable.

Pero volvamos al regreso a clases.

Volvamos a los malabares en casa de maestros y padres de familia. Malabares que cuestan y estresan, que distorsionan y complican la ya de por sí deteriorada calidad de vida de millones de mexicanos.