La historia continúa la gasolinera de Tequila, Jalisco. Noche de 10 de abril de 1957
El sueño me ganaba, me sentía muy cansado, sin ningún pensamiento o sentimiento de arrepentimiento. La platica y el humo de los cigarrillos de los dos “trabajadores” me envolvían en una nube de pesadumbre creo, debida al cansancio físico por falta de reposo reconfortante. Viajaba en un mundo desconocido pero con el sentido de pertenencia. No tenia reproches, no tenia tampoco ilusiones en particular. Estaba en el presente, no presumía de mi pasado ni albergaba nada en particular del futuro.
Ya en la madrugada del jueves 11 de abril de 1957, amodorrado en esa incomoda silla, me alerte cuando llego un camión y bajo un señor no muy joven, no muy viejo, llevaba las manos manchadas de aceite y paso al bañito que estaba a un lado de la gasolinera mientras le despachaban el diésel (primera vez que me enteraba que había otro combustible aparte de la gasolina para vehículos y la gasolina para aviones). Platicaba este señor que se le había desconchinflado no se que, tanto que llevaba tres horas de retraso y que tenia mucho sueño, pero que no podía llegar tarde a Tepic, Nayarit. Al instante me acerque y a medio interrumpir su plática le pedí que me dejara viajar con él. Me miro como si viera a un ser raro, creo que le hizo gracia mi uso del lenguaje, no en balde había recibido educación en casa y colegios maristas. Me dijo que si, que me podría llevar, pero con la condición que no me durmiera, y que lo mantuviera despierto. Por supuesto que sí, que al cabo ya había dormido “bastante”.
Era un camión de tipo rabón (después supe que era un Torton de 15 toneladas) y llevaba no se que cosa fresca, pues noté que escurría agua en la parte trasera.
Salimos rumbo a Ixtlán del Rio ya en el estado de Nayarit, dejando atrás a Jalisco. Al cabo de un buen rato el sueño me venció y recargado en la puerta dormitaba cuando sentí un golpe sin mucha fuerza en mi hombro izquierdo pero con firmeza. La voz alzada del chofer que me decía, ¡orale buey, te dije que no te durmieras!, “si, si señor”, fue lo único que pude responder y me senté erguido en el asiento y abrí un poco la ventanilla para que entrara un poco de aire fresco de la sierra y lo que entro también fue el ruido del camión, según yo, tenia roto el mofle pero en realidad frenaba con motor en la zona escarpada de Plan de Barrancas. No fue la única vez que me despertó a gritos, y luego de la amenaza de mandarme atrás, con la carga y el hielo, pues deje abierta la ventana al aire y al ruido y me mordí varias veces la lengua para mantenerme despierto.
Llegamos a Tepic y en la entrada de la ciudad me baje y seguí la marcha hacia donde se dirigía la mayoría
del tráfico y donde parecía que a lo lejos debería de estar el centro. Como siempre, pensé, que estaba en lo correcto... reconocía mi habilidad de orientación, un intento de asegurarme a mi mismo que sabía, según yo, lo que hacia y lo hacía correctamente.
Al llegar a la plaza vi un pequeño estanquillo en la acera de la banqueta y como verdaderamente tenia hambre, pues me acerqué para ver si podía encontrar algo de comer. Tenia 3 pesos y 20 centavos en mi bolsa. Un choque de realidad al darme cuenta de que comprar comida para alimentarse uno no era lo mismo que gastar el “domingo” en chucherías…. Al fin compre un paquete de galletas, chico. Unas 5 o 6, no sé qué tipo eran, pero sí que estaban duras, bastante. Me dije que había escogido bien, pues así, duras me durarían un poco más.
Seguí mi caminar hasta llegar a la salida de Tepic y donde pasaba la carretera que iba para el norte, Escuinapa y más adelante Mazatlán, ambas ciudades en el estado de Sinaloa.
Geográficamente sabia de las ciudades mas grandes a lo largo del camino del occidente de México ya que había viajado un par de veces en Aerovías Reforma, luego sería Aeronaves de México y al final, Aeroméxico) y el avión volaba entre Guadalajara y Ensenada, por un tiempo y después fue de Guadalajara a Tijuana, haciendo paradas en Tepic, Mazatlán, Guaymas y Mexicali.
Conseguí un “aventón” en un carrito medio viejo o no muy nuevo, con un señor y un hijo de él. No dure mucho disfrutando del paisaje hasta llegara Escuinapa, el sueño me volvió a vencer. Me desperté al sentir que se detuvo el auto de mi amable chofer frente a una casa pintada de Coca-Cola. Los tres entramos a una “lonchería” que ahí le llamaban fonda. Pensé... han de vender fondos, pues si fuera lonchería vendería “lonches”. Me invitaron un caldo (creo) de mariscos con camarones y otras cosas que no sabia que eran. Agua para beber y una vista al sanitario.
Salimos y al medio de la tarde llegamos a Mazatlán. Me dejo este buen hombre a la entrada del puerto y me fui caminando, buscando la salida hacia el norte. No pude ni conocer ni gozar, menos disfrutar de la ciudad. El cansancio de mis piernas era increíble, para mí. Me decía que yo debería de estar en buena forma, ya que jugaba a hacer deporte, jugaba tenis, futbol, beis y nadabe. Claro que sabia que no era ese caminar entre las calles empedradas y de tierra igual a jugar en el Country Club de Guadalajara, donde mi tío era socio y a casi diario íbamos por las tardes y fines de semana. Así que caminé renegando por las calles, del ruido, del polvo y no sé de qué más, ya que ellos eran los verdaderos culpables de mi cansancio.
Me tomo casi todo el día de caminar y descansar, caminar y descansar. Cruzando toda la ciudad. El caldo que había comido antes me había dejado la boca bien seca y estaba muy sediento. Encontré un puesto de periódicos donde pedí que me dieran direcciones para llagara Culiacán y al ver envases vacíos de sodas pedí una “soda”, el señor del puesto me vio desconcertado, me dijo que en la tienda de a dos cuadras podría encontrar las galletas de soda, que el solo tenía periódicos y unos cuantos refrescos. ¡Pues sí, de esos! Dije, aburrido por la falta de conocimientos de la gente. Me tomé un Orange Crush de naranja, (no había de ningún otro sabor) y siguiendo las instrucciones que había recibido seguí mí camino.
Ya pardeaba la tarde y sentí que tenía ganas, más bien, urgencia de orinar…. Ni a donde ir, caminé y al fin encontré un espacio medio oscuro entre dos autos estacionados en un área que se veía sola.. y ahí estaba haciendo lo mío, cuando siento que alguien me toca mi hombro al tiempo que me decía … ¿qué #$%%$ estas haciendo?, al darme vuelta me encontré con el policía más grande que había visto en mi vida. Mi corazón dio un salto mortal de triple vuelta… “Y… Y… yo…” quería decir. Nada salía de mi boca, sus manos tomándome de mi camisa y jalándome a la banqueta donde buscó que le diera una
explicación al tiempo que decía que esta prohibido y que me llevaría al “bote” para que aprendiera…. mientras me encaminaba sin soltarme. Me daba vergüenza con la gente que encontrábamos y caminamos, caminamos una eternidad. Cuando pude hablar, le conté que no tenía casa ahí en Mazatlán y que solo quería llegara Culiacán donde yo vivía y que me había dejado sin querer no se quien, que apresuradamente invente.
Mis amables lectores. Hago una pausa y el próximo jueves tenemos una cita para ver cómo se resolvió el asunto de mi primer recorrido del bello puerto de Mazatlán.