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El susto de Guamuchil

Recuerdos de aventura, parte tres

  
Nota publicada el 24 de junio de 2021
por Rafael González Bartrina

Mazatlán jueves 11 de abril de 1957. El policía que me sorprendió orinando en la vía publica me hizo caminar mientras me sujetaba de la camisa, y así con trompicones y alguno que otro jaloneo, llegamos a una glorieta que estaba a la salida de Mazatlán, en medio del camellón estaba una pequeña caseta donde había otro policía y al llegar, burlonamente le dijo a mi policía, haciendo mofa de mi desarticulada presencia, “¿y ese? ¿Que andaba haciendo o qué? ¿Es matón o vago?” Le contesto mi policía, “nada, nomas anda perdido, mejor que se vaya a Culiacán” y diciendo esto, paro al primer camión que paso con solamente una persona en la cabina, el conductor. Luego de charlar unos momentos con el chofer, me dijo, “Ándale chamaco, ahí te van a llevar hasta Culiacán, y mejor deja de decir mentiras y no hagas nada porque te van a mandar al bote para que aprendas”.

Subí a la cabina del camión y el chofer me comenzó a preguntar, que quien era yo, que que andaba haciendo, que si de donde era… en fin, me hizo mas preguntas que los policías juntos que acababan de regañarme y asustarme con llevarme a la cárcel.

No recuerdo nada de lo que le conté al chofer, debe de ser por que todo era una historia inventada. Al final, dejo de preguntarme y trato de sintonizar la radio, que o no servía bien o no había señal de nada que le gustara al señor.

De la llegada a Culiacán y de cruzar la ciudad caminando, sin pena ni gloria, no tengo ningún recuerdo importante. Aun pensaba solo en seguir adelante sin esperar ni buscar nada.

Al pedir ayuda para llevarme para el norte a la salida de Culiacán, el chofer de un camión de redilas con algunos fierros y otras cosas, me indico que si quería ir a Guamúchil me subiera en la parte posterior. El polvo, el calor, y los brincos por el camino con urgente necesidad de ser reparado, hicieron el viaje muy incómodo. De repente, el camino deja la carretera y toma una brecha de tierra, me asuste, y de un salto me baje del camión en movimiento, un par de piruetas al tocar el suelo y una revolcada de las buenas, lo mejor que pude, me sacudí, y analice los daños. Una rotura del pantalón en la rodilla derecha y uno de mis zapatos comenzó a despegarse la suela. No había lesiones. Me regrese al entronque de la carretera y espere a conseguir otro transporte para seguir.

De la brecha que salía de la carretera, donde me baje del camión, vi que venia un pick-up. Al detenerse donde yo esperaba, le hice la señal internacional del que solicita raite, eso de pedir aventón se me hacia como que lo que uno pedía es que lo aventaran a alguna parte. El conductor de la camioneta me indico que me subiera y al verme tan chamagoso y sucio de mi cara (seria el llanto y la tierra los que me maquillaron) le explique mis tribulaciones. El chofer se rio y me dijo que ese ramal de terracería era en realidad un atajo para llegar a Guamúchil. Y yo que pensaba que me querían secuestrar. Divina inocencia.

Detenemos mis recuerdos por ahora.

Ya relatare mis andares al norte de Sinaloa, lo cual haremos la siguiente semana.

Rafael González Bartrina. Rafael González y Bartrina. Miembro del Seminario de Historia de Baja California y del Consejo de Administración del Museo de Historia de Ensenada A. C. rafaelgonzalezbartrina@gmail.com
 
 

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