El chile es el fruto de las plantas del género Capsicum. Su picor es el método de defensa de la planta para no ser comida por depredadores. Las variedades de chiles secos y frescos poseen una gran cantidad de nutrientes y cada una de ellas cuenta con vitaminas que ayudan a fortalecer el sistema inmunológico; también poseen una alta concentración de betacarotenos y flavonoides, antioxidantes naturales que previenen el envejecimiento prematuro.
Desde hace más de 500 años, el chile ha sido sustento alimenticio de los mexicanos; las diversas culturas prehispánicas, entre ellas, la mexica, teotihuacana y zapoteca, inmortalizaron su imagen en códices y glifos hechos sobre piedra. En la actualidad, sigue siendo un ingrediente primordial de las comidas mexicanas, estando presente hasta en el 90% de sus platillos, ya sea de forma directa —picado o en rajas— o como ingrediente fundamental de salsas, adobos, moles y aderezos.
Según Enrique Vela, en su artículo publicado en la revista Arqueología Mexicana, “los chiles resultaron provechosos para los grupos nómadas de cazadores-recolectores, debido a sus propiedades que retardan la descomposición de los alimentos, cualidad muy útil para su modo de vida que implicaba el traslado constante y el aprovechamiento total de los alimentos, en especial de la carne”.
El chile más picoso producido en México es el habanero, que se cultiva principalmente en Yucatán, Baja California Sur, San Luis Potosí, Chiapas, Sonora, Tabasco y Veracruz, el cual, contrario a lo que se cree, no procede de La Habana, Cuba, aunque es posible que deba a esa ciudad su nombre. Y, por otro lado, el chile piquín es considerado como el segundo más picante, ¡chiquito pero picoso!
Según Bernardino De Sahagún, “Sin el chile, los mexicanos no creen que están comiendo”.