Uno de los problemas más relevantes de nuestra sociedad actual, es el aumento de la pobreza y pobreza extrema, que da pie a que existan personas que tienen que sobrevivir en la indigencia. El incremento en el número de indigentes se percibe en toda la ciudad (rondando por cualquier calle, viviendo en parques y de bajo de los puentes), y genera en la sociedad inconformidad y desconfianza. En México se estima que el número de indigentes creció en dos años (2018-2020) de 17.3 a 21.9 millones, según cifras del Coneval.
La mayoría de las personas indigentes en México, llegan a este punto derivado de la falta de recursos sociales en su entorno: los escasos ingresos, la inseguridad y la falta de oportunidades en educación y salud, son algunos de los factores que influyen en la problemática de manera directa. Además, muchos indigentes sufren de algún trastorno mental, siendo la esquizofrenia uno de los padecimientos más comunes; de hecho, hay instituciones que señalan que a nivel global es común que los cuidadores abandonen a familiares con este tipo de trastorno, siendo también el consumo de sustancias adictivas (alcohol, mariguana, heroína, etc.) las que propician el desarrollo de esta problemática.
Así bien, de las personas que viven en condición de calle, las más notorias son aquellas que padecen de algún trastorno mental, a ellas se las ve deambulando por zonas turísticas, en el cruce de vialidades, rebuscando en basureros para encontrar restos de comida y vociferando al
aire mientras caminan erráticamente hacia quién sabe dónde. Pero, ¿quiénes son estos indigentes?
En el reportaje Ignorados y evadidos: los sin techo realizado por Gerson Ruíz, se menciona que muchos de estos individuos suelen ser deportados de Estados Unidos por alguna falta cometida en ese país. Dichos sucesos provocan que estas personas lleguen a tierra mexicana sin documentación ni dinero, privados así de una identidad oficial que les permita laborar legalmente, lo que los orilla a encontrar trabajos del día a día, como limpiar carros o mendigar. En general, las personas en situación de calle duermen en albergues y muchas otras pasan la noche en donde sea que encuentren refugio. Gerson también señaló que una gran cantidad de estos individuos viven bajo los puentes que cubren el arroyo El Gallo, el cual se encuentra “dividido” en relación al tipo de adicción que tengan: por un lado, está un puente con consumidores de alcohol, y por otro, los que consumen heroína, y así, cada sección cuenta con ciertos grupos de indigentes.
Esta es la realidad en prácticamente todo el mundo, en nuestra ciudad. Los vemos rondando en todos lados, en situaciones deplorables, los vemos perdidos en sí mismos, sin poder bañarse, y a veces sin poder comer, sin un nombre, algunos adictos, algunos marginados y otros olvidados. Y a veces, simplemente no los vemos, se volvieron parte del paisaje.