Hace algunos días encontré un artículo sobre la empresa japonesa Trottla que se encarga de fabricar y distribuir muñecas de tamaño natural con forma de niñas asiáticas. Dichas muñecas tienen una textura muy parecida a la de la piel humana, se pueden posicionar de varias maneras por la flexibilidad de sus articulaciones y además calentarse. Aunque se ha dicho que su uso es a criterio del usuario y se especifica que no son un juguete sexual, se ha expuesto en la página el catálogo de fotografías con ropas y posturas muy sugerentes de lo contrario, cosa que ha desatado críticas y opiniones en contra de su venta que, por cierto, no rompe con las leyes de los países en los que se fabrican y distribuyen. (México no figura en la lista de distribución)

En mi opinión, si se trata de juguetes sexuales en forma de niñas (aunque la página especifica que esto no es así) podemos hablar de varios puntos. El primero es aquel que redunda en la costumbre muy sedimentada alrededor del mundo de hacer del sexo un producto, y más específicamente de la mujer para consumo del hombre. Podemos ver esto en diferentes culturas, épocas y manifestaciones, y esta desde luego no es la excepción, pues sabemos que las culturas asiáticas tienen su particular versión de la discriminación que históricamente se ha ejercido hacia las mujeres, su valía y su potencial para el placer.

En segundo lugar tenemos el debate de si se deben o no vender este tipo de dispositivos. Si nos preguntamos, fuera de nuestras propias cuestiones morales, por los beneficios que estos podrían brindar a la sociedad, podríamos hablar principalmente sobre la prevención parcial del abuso sexual en niñas y de la contención y tratamiento de algunos abusadores sexuales. No hago la generalización porque no todas las personas paidófilas (no pedófilas) se expresan de la misma manera: hay algunas que se manifiestan a través del contacto corporal de la niña y otras que buscan además el contacto y dominio emocional, entre otras cuestiones difíciles de ver para quienes estamos fuera de la propia vivencia de ser quien perpetra este tipo de acto.

Se define paidofilia como la atracción afectiva y/o erótica que experimenta alguien por personas que son 15 años (o más) menores que ella. Esto se vuelve un delito, al menos en nuestro país, cuando la persona hacia quien se ejerce la atracción es menor de edad sin importar la edad de quien se siente atraído.

Otro punto es que no todas las personas paidófilas son fetichistas, característica necesaria para consumir este tipo de producto, ya que quienes tienen esta característica suelen coleccionar artículos relacionados con sus intereses sexuales, lo que en este caso daría el resultado de comprar la muñeca y otras cosas que también distribuye la compañía como ropa, zapatos, etc.

Según la opinión de algunas personas, la producción y venta de las muñecas de Trottla fomentan la erotización de las niñas y por lo tanto el abuso sexual, es decir, de alguna manera se “normaliza”. Este punto se puede discutir bajo el argumento de que en realidad no aumenta el número de consumidores de un producto solo porque está disponible. Esto también depende de que el producto satisfaga una necesidad, que en este caso no existe en todas las personas. Por otro lado, el hecho de no hablarlo ni tratarlo profesionalmente lo normaliza desde el silencio e impide investigar e intervenir al respecto. Si las personas paidófilas buscan ayuda antes de cometer el acto delictivo y podemos otorgarles una opción de ayuda, estamos trabajando por la prevención. Obviamente, no todos los consumidores lo harán por el mismo motivo.

Ahora, otra gran pregunta sobre esto es si esta evolución en tecnología sexual no es en realidad un retroceso en la evolución de la sexualidad de la especie humana. Es difícil concluir un “si” o un “no”, pero recordemos que hace algunos años usar un bikini (que no se parecía en nada a los actuales) era inmoral y ahora es cada vez más común y pequeño.